Harry se encontraba sentado en su despacho al día siguiente de la boda de Gabe y estudiaba la pequeña caja que contenía las joyas que ____ había empeñado. Examinó cada pieza antes de devolverlas cuidadosamente a la tela para que no se vieran dañadas.
Eran piezas de calidad. No era un experto pero parecían antiguas y reales. Definitivamente no eran falsas. Valían mucho más de lo que ____ había obtenido al empeñarlas, y el prestamista lo sabía a juzgar por el precio que Harry tuvo que pagar para conseguirlas.
No le gustaba la desesperación que había en ese simple acto de empeñar joyas para obtener dinero rápido y conseguir menos de lo que valían porque no tenía otra opción. Él le iba a dar esa otra opción. ¿Pero otras? No tanto. No si él tenía algo que decir al respecto.
Eso lo hacía parecer arrogante y exigente, pero él ya sabía que era ambas cosas, así que no le molestaba. Así era él. Sabía lo que quería, y quería a ____.
Ahora solo tenía que poner el plan en marcha.
Su interfono sonó y Harry levantó la cabeza con irritación.
-Señor Styles, su hermana está aquí y quiere verle -dijo Eleanor, su recepcionista, con un deje en la voz que sonaba a enfado.
No eran un secreto los sentimientos de Harry -y de Gabe y de Jace- hacia su familia. Eleanor había estado con ellos durante años y no le había gustado ni un pelo tener que molestarlo con esta clase de información.
¿Qué demonios estaba haciendo Brittany aquí? ¿Había tenido su madre que resignarse a mandar a su hermana para que hiciera el trabajo sucio por ella? Podía sentir cómo su presión sanguínea estaba por las nubes, a pesar de saber que tenía que dejar de darles tanto poder sobre él.
-Dile que entre -dijo Harry con voz seria.
De ningún modo iba a airear asuntos familiares fuera de la privacidad de su despacho. Sea lo que fuere que Brittany quisiera, Harry le daría unos pocos minutos y luego le haría saber que no era bienvenida en su oficina. Nadie de su familia lo era, y ahora que lo pensaba, ninguno de ellos había pisado jamás las oficinas de HCM. Se habían guardado su maldad para fiestas y reuniones familiares.
Si ponían un pie dentro de las oficinas de HCM, se verían obligados a reconocer su éxito en vez de tratarlo como si fuera un secretito del que nadie hablaba. Se verían forzados a ver de primera mano que no los necesitaba y que había tenido éxito sin su ayuda o influencia. Y ni en sueños iban a hacer eso.
Unos golpes suaves sonaron en la puerta y él simplemente contestó con un «adelante».
La puerta se abrió lentamente y su hermana entró con el recelo pintado en la cara. Parecía estar más que nerviosa. Parecía aterrorizada.
-¿Harry? -preguntó suavemente-. ¿Puedo hablar contigo un minuto?
Brittany era una réplica de su madre. No es que su madre no fuera una mujer hermosa. Lo era. Y Brittany era igual de guapa, o incluso más, que su madre. El único problema era que su madre era fea por dentro y eso le estropeó la percepción de su apariencia física. Porque sabía lo que residía detrás de esa cara bonita. Una mente fría y calculadora. Harry creía fervientemente que su madre era incapaz de amar a nadie más que a sí misma. Era un misterio para él saber por qué había tenido hijos siquiera. Y no solo uno, sino cuatro.
Además de Brittany, Harry tenía dos hermanos mayores. Ambos hombres siempre bien agarrados de la manita de su madre y su padre. Aunque Brittany era la más joven, se estaba acercando a los treinta. O quizás los había cumplido ya. No se acordaba y tampoco es que le produjera mucha tristeza ese hecho. Ella estaba igual de ciega por su familia que sus hermanos. O quizás incluso más.
