____ rebuscó apresuradamente entre los otros y el estómago se le hizo un nudo cuando vio todos y cada uno de los cuadros que había vendido en la galería de arte del señor Downing.
¿Qué narices significaba esto?
Dejó que el embalaje cayera al suelo y retrocedió un paso. El nudo que tenía en el estómago se le hizo más grande. Oh, no. No, no, no. No podía ser. Él no habría sido capaz.
Pero sí que lo había hecho. La evidencia la tenía frente a sus narices.
-Señorita Carlysle, por favor. No debería estar aquí -dijo el portero desde la puerta.
-No, supongo que no -murmuró.
Pasó por su lado e ignoró cómo le pedía que parara. ¿Qué demonios podría decirle él?
Se metió bruscamente en el ascensor con las lágrimas ardiéndole en los ojos. ¿Cómo podía haberlo hecho? Se sentía como la imbécil más grande de la tierra. Nunca se habría imaginado que Harry hubiera sido el que comprara todos sus cuadros, pero no debería sorprenderla. Había manipulado cada aspecto de su relación hasta ahora.
La desolación se apoderó de ella. No tenía éxito. No era independiente. Todo había venido de Harry. Estaba viviendo de su dinero, en su apartamento. No había comprado nada con su dinero. La sensación de felicidad que había tenido antes por haber encontrado su lugar en el mundo, ahora había desaparecido debido al descubrimiento de esos cuadros.
Salió del ascensor tan inquieta que no podía siquiera pensar en condiciones. Su mirada recayó sobre las cajas, que la gran mayoría ya habían sido vaciadas. Caminó por su lado y se hundió en el sofá antes de cubrirse el rostro con las manos.
Se sentía completamente humillada. Cada vez que le había hablado a Harry, emocionada, de su éxito, ahora volvía a ella con olas de vergüenza. ¡Y él lo había permitido!
Le había mentido. Algo que ella nunca se hubiera imaginado que él le haría. No, él no había venido ni le había negado haber comprado esas pinturas, aunque ella nunca le había preguntado. Nunca se hubiera imaginado que él fuera a estar detrás de todo. Había mentido por omisión. Y su mentira había sido tan enorme y monumental que su cabeza no podía siquiera concebir cuánto.
¿Qué más le había ocultado?
Las lágrimas ardían bajo sus párpados, pero ella se negó a sucumbir a ellas.
También se negaba a creer que estuviera sobreactuando. Esto no era una nimiedad. Su éxito era lo único que le había permitido decir que sí a las exigencias de Harry. Se había sentido como si hubiera aceptado porque se sentía capaz de mantenerse a sí misma. De ninguna manera se habría metido tan a ciegas en una relación con Harry con tal enorme disparidad entre ellos. Ella había estado dispuesta y había sido capaz de someterse a él porque había sido lo bastante fuerte como para ir a él como una igual. En realidad nunca había existido una verdadera equidad entre ellos, pero su éxito como artista, tener dinero en su cuenta bancaria y los medios para mantenerse por sí misma, habían sido importantes para ella y habían igualado la balanza entre ellos. Al menos en su mente.
De lo que no se había dado cuenta era de lo desigual que las cosas eran entre ellos.
Ella vivía en el apartamento de él. Todo el dinero en su cuenta bancaria era de él. No suyo. Ay, Dios, incluso le había pagado el doble. Debería de haber puesto en duda su buena fortuna. La gente no entraba sin más en una galería de arte y ofrecía magnánimamente pagar más de lo que se pedía por una pieza de arte.
Era muy estúpida. Ingenua. Una total y completa idiota.
De verdad se había creído que alguien se había sentido impresionado por su trabajo. Se había creído que tenía verdadero talento aunque el señor Downing se hubiera negado a exhibir más de su arte porque no estaba vendiendo. Ahora sabía la verdad.