No es el momento

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Los rayos de sol entraban por la ventana haciendo que toda la habitación ahora estuviera iluminada. Flavio y Samantha yacían aún dormidos en la cama, abrazados, pero esto duró poco. El moreno fue el primero en abrir sus ojos y darse cuenta de la situación. Tenía a la valenciana dormida entre sus brazos, que momento más placentero, pensó.

No quiso hacer ningún movimiento, solo optó por acariciar su suave pelo con delicadeza y enredar sus manchones entre sus dedos. Pensó en lo maravillosa que sería poder despertarse así cada mañana, sin obligaciones que pudieran interrumpir el momento o con pensamientos negativos.

La charla

Supuso que en un par de horas tendrían esa charla y ni siquiera sabía que decir en ella o como empezarla. Ojalá fuera tan fácil. Ojalá bastara con un "sigo enamorado de ti y quiero estar contigo", eso es lo que se cruzaba por la cabeza del chico. Deseaba que todo fuera más fácil, pero no lo era. No sabía cómo enfrentarse a la realidad. Desde que Samantha volvió a su vida, tuvo claro de que debían hablar, pero ahora que el momento estaba cerca no sabía cómo hacerlo.

La chica se movió entre sus brazos y hundió su rostro en su cuello tratando de huir de los rayos del sol para intentar dormir un poco más. No lo consiguió.

- ¿Qué hora es? – preguntó con voz de dormida aún escondida en su cuello

- Las diez y media – respondió mirando su reloj - ¿tienes sueño? Puedes seguir durmiendo si quieres

- No – se negó y comenzó a dar pequeños besos en el cuello del chico

- Alguien se despertó mimosa – la rubia rio en su cuello y continuó dejando besos en el mismo hasta llegar a su boca

- Buenos días – dijo antes de juntar sus labios con los suyos, mordiendo con suavidad el labio inferior del chico

- Buenos días – casi no podía hablar porque ya estaba perdido en sus ojos

- Tienes aliento mañanero – se quejó riéndose y apartándose de él - ¿En esta casa no se desayuna?

- Yo no fui quién te besó – rio y se levantó de la cama buscando una camiseta y unos pantalones que ponerse - ¿Qué quieres de desayunar? – preguntando mirando a la chica que ahora estaba estirada en toda la cama

- No lo sé, lo que tú quieras – el chico la miró pensativo y no contestó - ¿Me lo vas a traer a la cama?

- No, vas a ensuciar las sabanas. Levántate anda y vamos a desayunar – le tendió la mano para que se levantara, pero la chica no hizo caso, se envolvió en la sabana haciéndose un ovillo – Bueno, como quieras, yo estaré en la cocina para cuando quieras desayunar

Flavio fue hasta la cocina y preparó dos rebanas de pan, uno para cada uno, aún recordaba cómo le gustaban, así que se dispuso a ello. Su cabeza aún no podía creer que se había despertado con la rubia en desnuda, en su cama y entre sus brazos... viejos recuerdos cruzaban por su mente, anhelos de momentos que no van a volver, nostalgia de sensaciones que anoche pudo volver a experimentar, pero eso le daba miedo. La rubia podía ser adictiva y no quería volver a perder esta adicción.

A los cinco minutos la chica apareció en la cocina con una camiseta de él, sus pelos alborotados con mechones locos alrededor de su cara, no había movido ni un dedo para mejorar sus pelos, Flavio ya la había visto en sus peores momentos, así que tampoco le dio mucha importancia a eso.

El murciano la miró y sonrió al verla con su camiseta, le gustaba como le quedaban a ella, la hacía más sexy de lo que ya era o eso pensaba él. Mordió su labio inferior y le dedicó una sonrisa pícara a la chica que se acercaba a él sigilosa. La rubia envolvió sus brazos por detrás y apoyó su cabeza en el hombro de él, observando como terminaba de hacer las tostadas.

Remo a tu favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora