Nada ni nadie como ella

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Samantha se movió en los brazos de Flavio emitiendo un sonido indicando que aún tenía sueño. Había pasado una hora durmiendo, ella, porque el chico se la pasó mirando al techo, mientras acariciaba el pelo de ella tratando de mantenerla en calma. De vez en cuando cerraba los ojos intentando dormir, pero fallaba en el intento. Estaba preocupado, no sabía que había pasado, pero podía sentir su pulso acelerado, podía sentir como este iba disminuyendo poco a poco y se alegraba que fuese así. La pegaba más a él cuando esta hacía algún movimiento involuntario de malestar, probablemente estuviese teniendo una pesadilla que hacía que su cuerpo se moviese, pero se calmaba cuando él la arropaba en sus brazos.

Quería saber que estaba pasando, pero sobretodo quería que ella estuviese bien y eso era más importante que saber que estaba pasando. Sabía que estando ayudaba, aunque no supiese el detonante de que ella estuviese en ese estado. Se sentía bien que solo con un simple abrazo podía calmarla, aunque fuese momentáneamente, porque eso era lo que era, calma momentánea, pero era suficiente por el momento.

Flavio miró la hora y se dio cuenta de lo tarde que era y que la chica aún no había comido, probablemente insistiría en que no tenía hambre, pero él no iba a dejar que no comiese nada, por muy insistente que ella fuese en eso, él lo sería más.

Dejó un beso en su cabeza y se separó de ella sin despertarla, aún seguía dormida y se la veía tan en paz que no quiso molestarla. Se dirigió hacia la cocina con intención de hacer algo de comer para la chica, si le ponía la comida por delante era más fácil que comiese, además, no podía negarse a su comida, sabía que le gustaba.

Como era de esperar, la despensa de la rubia era un pequeño desastre y no tenía mucha cosa, así que optó por lo básico, macarrones con tomate y queso, ¿qué más básico que eso? Pero siempre acertado.

Cuando ya casi había terminado, notó como unos brazos envolvían su cintura, se había despertado y lo primero que hizo fue acercarse a él abrazándolo por detrás y apoyando su mentón en su hombro observando cada movimiento que estaba haciendo.

- ¿Has dormido bien? – preguntó poniendo un poco de queso en aquellos macarrones, no demasiado, sabía que ella no solía echarla demasiado queso, pero lo justo

- Sí, pero no estabas cuando desperté y pensé que te habías ido – su voz sonaba calmada y decepcionada – me alegro que sigas aquí – dijo aferrándose más a él haciendo que el chico se diera la vuelta y la envolviera en sus brazos.

- ¿Cómo iba a irme? No podría – murmuró acariciando su pelo y espalda en forma de apoyo. La chica se acurrucó en sus brazos de nuevo, buscando su protección, como si con ese abrazo desapareciera todo, nadie podría hacerle nada estando ahí y eso la hacía sentir bien, aun sabiendo que solo era el momento y que fuera todo era un caos, bueno, en realidad su incierto futuro.

- No sé, quizás te aburriste de estar aquí – Flavio se mordió el labio al escuchar el tono empleado de la rubia, parecía tan pequeña en momentos así que no podía evitar no morir de ternura

- Te hice de comer y no tengo hambre no es una opción – informó separándola y enseñándole el plato de macarrones que estaba sobre la encimera de la cocina

- Pero es que no tengo hambre... - se quejó – no te deberías de haber molestado

- Tienes que comer, aunque sea un poco – Flavio puso el plato sobre la mesa de la pequeña mesa de la cocina junto a un tenedor – Venga, vamos – dijo sentándose en una de las sillas

- No me gusta este juego – se sentó en la silla que estaba junto a él – De verdad, no me cabe nada, tengo el estómago cerrado

- No estoy jugando – dijo serio – vas a comer, ¿o tengo que dártela yo como si tuvieses dos años? – Flavio cogió un par de macarrones con el tenedor y se lo llevó a la boca de la chica - ¿Así? – esa acción provocó que la chica se riera y abriese la boca – Muy bien, ¿ves? No es tan difícil, ahora el resto lo haces tú sola

Remo a tu favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora