Volver a verte otra vez...

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El reloj marcaba las 18:45 y Samantha ya estaba en la puerta del puso de Flavio. No quería llegar tarde, pero tampoco quería parecer una desesperada, si tocaba el timbre ahora lo parecería, así que sin quitarse sus gafas de sol, para tratar de pasar un poco desapercibida, se sentó en un banco que había cerca.

No tenía ni idea de lo que iba a decirle o que tenía él para decir... había pasado tanto tiempo desde la última vez que tuvieron una conversación.

De pronto su móvil comenzó a sonar. Alex. Mierda, pensó.

- Hola – contestó tratando de sonar normal y que sus nervios por ver a su ex no se notasen

- Hola preciosa, ¿estás libres hoy? Te invito a cenar – propuso su novio en un tono bastante animado

- Hoy no va poder ser... ¿mañana? He quedado con una amiga que no veo desde hace tiempo y vamos a ponernos al día ya sabes – mintió, bueno, en realidad solo en la parte de amiga y en lo de ponerse al día porque asumía que lo último que haría con Flavio era ponerse al día. En su cabeza ya se creaba una discusión y la conversación terminaría en dos minutos, con suerte y ella se iría a su casa enfadada y maldiciendo por enésima vez el momento en el que aceptó la colaboración con su ex.

- Puedo esperarte si quieres, aún es pronto – propuso Alex.

- No, mañana te prometo que te lo compenso – le dijo con tono sugerente. Alex no insistió más y después de despedirse colgó la llamada.

Samantha miró el reloj y vio que sin querer ya se había pasado la hora, 19:06... técnicamente no llegaba tarde. Era una hora decente.

Tocó el porterillo y este le abrió. Entró en el ascensor y se miró al espejo, no se había arreglado demasiado, maquillaje natural, camiseta blanca y una falda vaquera, nada del otro mundo. No era una cita. Simplemente era una reunión formal por el bien de su trabajo... la diferencia es que era con Flavio. La persona que más quiso en su momento.

Cuando tocó el timbre de la puerta sintió como sus piernas temblaban más que nunca, su corazón estaba a punto de salirse. Respiró profundo y se dio ánimos a sí misma. No pasaba nada. Todo iba a estar bien. Nada tiene porque salir mal.

- Hola – saludó Flavio con una sonrisa al verla. Maldita sea, su sonrisa era su debilidad y el estúpido lo primero que hace es sonreír. Probablemente solo trata de ser simpático, pensó Samantha mientras le devolvía la sonrisa sin mostrar los dientes.

- Hola – respondió al saludo tratando que su voz sonara normal, sin ser borde, pero que tampoco mostrase mucha emoción, pero, por la cara que puso Flavio dedujo que sonaba nerviosa y su intento de fingir un estado normal había sido nulo.

- Pasa, no te quedes ahí – la invitó a entrar y ella obedeció. Miró a su alrededor y todo el departamento era muy él. Una guitarra pegada a la pared, discos, dvds, libros y todo muy ordenado, como siempre. - ¿Quieres algo de tomar? Tengo cerveza, zumo, agua... no sé, lo que quieras – le ofreció. La verdad que su tono sonaba bastante amable pero no iba a dejar engañarse por las apariencias.

- No, estoy bien, gracias – agradeció y siguió observando el salón – tienes muchos libros – comentó sin venir a cuento, de alguna manera tenía que romper el hielo, aunque fuese de la forma más típica

- Si, ya sabes, me gusta leer... muchos de ellos son regalos de fans que aún no he tenido tiempo de leer, pero supongo que lo haré en algún momento – dijo y se rascó la cabeza. ¿Estaba nervioso o simplemente fue un movimiento involuntario por inercia?

- Ah – dijo sin saber que decir.

- Puedes sentarte – la invitó a sentarse y él hizo lo mismo. – ¿estás nerviosa? – preguntó directamente al grano

Remo a tu favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora