Con la miel en los labios

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Samantha abrió los ojos al notar un leve ruido proveniente de la calle, no lo escuchó, pero lo sintió, aun así, no podía saber de qué se trataba exactamente, tampoco era importante ese detalle. Notó que Flavio aún seguía detrás de ella, uno de sus brazos alrededor de su cuello, mientras que el otro se encontraba envolviendo su cintura. ¿En qué momento habían llegado a esa postura tan... íntima... tan familiar? Un montón de preguntas rondaban por su cabeza en ese momento, a la vez que un millón de escenarios posibles que hacer, su primera opción era levantarse e irse, pero recordó que su coche estaba en la otra punta de la ciudad y no le apetecía tener que ir hasta allí en trasporte público, tardaría años.

También pensó en levantarse y dar vueltas por el piso que ya conocía bastante bien por las veces que había estado, aunque nunca lo había inspeccionado fondo. No era buena opción tampoco, porque a nadie le gusta que la pillen rondando dando vueltas por tu casa y menos si esa casa es la de tu ex novio, era un poco raro.

Si lo despertaba... iba ser raro, ¿qué le diría? Ni si quiera sabía que pasaba por su cabeza en el momento que decidió colocarse detrás de ellas para dormir... pudo irse a su cama, pero no, su cabeza decidió que era buena idea estar ahí.

Ninguna de los escenarios que se le cruzaban por la cabeza eran buena idea, así que simplemente se dio vuelta, quedando frente a él. Seguía durmiendo, lo supo no solo por sus ojos cerrados, sino por el ritmo de su respiración y como el pecho se le movía, además de los leves ronquidos que provenían de él.

Lo miró y pensó en lo guapo que era, en o guapo que había sido siempre y lo mucho que le gustaba verlo dormir. Lo había echado de menos. Ese momento era toda una ilusión, pero era un momento y lo estaba mirando y no pudo evitar sonreír. Pensó en lo fácil que sería todo si ninguno fuera famoso, en lo fácil que hubiera sido todo si ella no hubiera sido una cobarde de dejarlo ir... en todos aquellos momentos que pudieron vivir juntos, compartir logros, apoyar al otro, esos momentos que un día soñaron compartir y nunca llegaron hacer.

Miraba cada facción de su rostro, tan perfectamente marcados o eso era lo que pensaba ella. Su pelo negro alborotado, sus ojos achinados y no pudo evitar sonreír al recordar como un ojo se le cierra más que el otro al sonreír y eso la llevó a su sonrisa, a sus labios. Lo mucho que echaba de menos sentirlos sobre los suyos. Anhelaba sentir como sus labios recorrían su piel y luego sus ojos iban directo a los de ella para perderse en ellos, acompañados de una sonrisa que hacía que se derritiera. Extrañaba cada parte de él y aunque en ese momento estaba cerca, lo sentía tan lejos. Así estaban, tan cerca y tan lejos a la vez.

De pronto, Flavio abrió sus ojos y se encontró con los de ella. Pensó que no le sostendría la mirada y se sorprendió que sí que lo hizo y que no se había movido. Seguía ahí, al lado de él. No sabía que significaba, pero era algo, un pequeño paso entre tantos escalones.

Se perdió en sus dos ojos azules y quiso decir algo, pero tampoco sabía que decir, supuso que ella tampoco sabía pues no había dicho nada, solo lo miraba. Siempre hubo algo especial en la forma en la que Samantha lo miraba y por eso supo que eso no había cambiado. Si tan solo fuera tan fácil decir las cosas, pero a veces se dice más actuando que con palabras, por eso él había decidido no usar las palabras para decirle lo que sentía por ella, lo que nunca dejó de sentir. Sabía que no iba ser fácil, pues ella siempre estaba huyendo, pero no importaba, algún día tendría que dejar de huir y escucharía sus miradas, sus gestos, sus pequeños detalles, algún día lo haría... pero tenía miedo que ese día nunca llegase, que un día se cansase de ir a por algo que no iba alcanzar... quizás todo le explotaría en la cara y tendría que aceptar que su historia con ella había acabado porque por mucho que quiso aceptarlo todo este tiempo, no lo había hecho, solo se había mentido a sí mismo.

Remo a tu favorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora