Capítulo 5

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Lo único que me queda es llevarla a Escala, conmigo. Ana se acomoda en el asiento y yo conduzco hasta el garaje. Me doy cuenta que se quedó dormida y tendré que llevarla en brazos hasta el ático.

La llevo a la habitación de sumisas y la dejo en la cama. Apesta a alcohol y a cigarro (aunque no fumó), por lo que traigo de mi habitación una camiseta blanca y un pantalón de pijama. Y ya que no hay nadie más aquí, le quito la ropa apestosa y la dejo solamente en ropa interior.

Paso saliva y respiro hondo cuando la veo. Su piel es blanca, parece tersa y suave. Sus piernas largas escondidas en esos jeans y su pecho pequeño pero perfecto. Su piel desprende un olor a frutas y a rosas. Termino de vestirla antes de que pierda la cabeza. Salgo rápidamente de su habitación y voy directo a mi ducha.

Me cuesta más de lo normal conciliar el sueño sabiendo que la pequeña Señorita Steele duerme en la habitación de arriba. Me siento tentando a subir y observarla mientras aún duerme, pero no lo haré, no hasta que sea mía.

Esta mañana no voy a correr, me ducho y me cambio para esperar a que despierte.

— Al fin despiertas, creí que estabas en coma. — digo cuando por fin baja las escaleras.

Ella quiere saber en dónde está y le recuerdo el brillante plan de Elliot. Luego pregunta por Rodríguez y mi ánimo se va a la mierda. Le gruño que se cambie para ir a desayunar.

— ¿Tú me cambiaste?

— No tenía muchas opciones, era yo o Jason. — sonrío ante el recuerdo de ella en ropa interior.

Me acerco a ella y toco su mejilla. Me pregunto si será el momento de presentarle el contrato de confidencialidad, pero lo dejaré para otro momento. Ella sale corriendo a la habitación y yo me preparo un café mientras la espero. Cuando ella baja, lleva todavía mi camisa y me siento complacido.

— Yo puedo preparar el desayuno, ¿sabes? — dice entrando a la cocina.

— ¿Sabes cocinar? — me parece excelente, es un buen punto en el requisito de sumisa.

— Claro que si, de hecho soy una excelente cocinera Señor Grey. — no puedo evitar reír.

Ella también ríe y luego muerde su labio inferior. La observo moverse con soltura por la cocina y luego golpea mi ego. Dice que no le caigo bien cuando la arrastro fuera del club. ¿En serio cariño? No recuerdo que ninguna otra mujer se quejara por llevarla entre mis brazos.

El desayuno huele delicioso y se sienta junto a mí a comer. Después de desayunar nos dirigimos a su departamento. Mi estúpido hermano debe seguir ahí. Apenas entramos, veo a Rodríguez en la cocina.

Ana lo saluda y yo camino junto a ella. Al parecer mi hermano la pasó bien, porque Rodríguez se queja. Kavanagh y Elliot salen de una habitación del pasillo a medio vestir.

Bastardo suertudo.

— ¡Hola hermano! No me digas que Ana ya se aburrió de tí — Se para junto a mí.

— Por tu culpa tuvo que hacer de niñera — Le dice Ana con voz alegre.

— Pero estás bien, ¿no? ¿No me digas que se aprovechó de ti? — Elliot la mira de arriba a abajo.

— ¡Lo sabrás en 9 meses! — dice Ana con una gran sonrisa y yo sonrío avergonzado.

Le digo a Elliot que debemos irnos, pero él quiere seguir junto a Kavanagh. Ella le dice que irá con él para que Anastasia pueda salir con José. ¡Mierda no! ¡Ese chico se larga de aquí con las manos vacías!

— ¿Por qué mejor no vienen con nosotros? — les digo.

— ¡Si! ¡Iremos de excursión todos juntos! — dice Elliot abrazando a Kavanagh.

Katherine asiente rápidamente y se lleva a Ana por el pasillo. Regresan cambiadas y listas para salir. Le mando un texto a Taylor para avisarle que necesito la Suv y que nos lleve al parque estatal de Tiger Mountain. Salimos en los dos autos hacia el Escala, donde Taylor nos espera.

Caminamos por una vereda, con Elliot liderando la excursión. Una de las pocas actividades que disfrutamos juntos. Apenas hemos avanzado 100 metros y ya escucho los quejidos de la princesa Kavanagh.

Elliot y Ana avanzan a pasos rápidos, y puedo ver que platican muy divertidos. Soy el último del grupo, pero así no me preocupo por Rodríguez. Lo tengo a unos pasos de distancia. De pronto Anastasia se detiene y veo que está sonrojada.

— ¿Estás bien? — me detengo junto a ella.

— Si, ¿tú estás bien? Estás muy serio — me mira de una forma extraña.

— Estoy bien, me gusta venir aquí a pensar... ¡pero es imposible cuando Elliot no cierra la boca! — le digo fastidiado del cuchicheo de mi hermano.

— Vamos hermano, sabes que adoras mi sentido del humor — me sonríe el idiota.

Me pregunta por mi relación con mi hermano y yo pregunto por su familia. Habla alegremente de su padre, pero cuando habla de su mamá lo hace con tristeza. Según recuerdo el informe de Welch, Raymond Steele es su padrastro y Carla Wilkins su madre casada por cuarta vez. Le hablo sobre Mía, que tiene la misma edad que ella y luego la veo detenerse.

Mi estúpido hermano ha decidido llevarnos por una pendiente muy pronunciada para llegar al restaurante del paradero. Elliot ayuda a Kate a subir, luego sube Rodríguez y vuelve su mirada a Ana. Antes de que pueda tomar su mano, me adelanto y la ayudo a subir. Tal vez empujé un poco a ese idiota de Rodríguez.

Caminamos al restaurante con los quejidos incesantes de Kavanagh. Cuando entramos, vamos a una mesa junto a la ventana que nos ofrece un panorama amplio del bosque. La camarera se acerca con el menú y lo tomo sin mirarla. Levanto la vista cuando escucho a Katherine reírse y Ana mira con el ceño fruncido a la camarera. ¿Celosa cariño?

Paso la vista por el menú, buscando un buen vino pero por supuesto, no lo hay. Me tenso cuando siento a Ana recargar su cabeza en mi hombro y me quedo inmóvil. Ella pasa su dedo por el menú y señala una ensalada. Frunzo el ceño... ¿una ensalada?

— ¿Qué quieres comer? — le digo corroborando su absurda decisión.

— Un sándwich de pollo y ensalada — me complace saber que comerá algo más que vegetales y pido lo mismo.

— ¡Así se hace pequeña! — le dice Elliot y Kavanagh sonríe.

— No hice nada, no sé de qué me hablas — dice sonrojada y sé que es por su arrebato de celos.

Comemos tranquilamente y de pronto mi teléfono suena. Lo saco de mi bolsillo y veo que me llama Barney. Les hago una seña para indicarles que voy a salir y contesto la llamada.

— Barney... te escucho, pero antes de que lo olvide, necesito tu ayuda en un asunto personal y confidencial. Como bien sabes, voy a recompensarte por ello. Necesito que diseñes para mí una forma sencilla y rápida de poder rastrear un teléfono móvil. ¿Una aplicación quizás?

Volteo cuando un fulano muy sonriente pasa por mi lado. Alcanzo a ver a Anastasia sentada en una banca bajo un árbol y el muy bastardo se sienta a su lado. La sangre me hierve y sin pensarlo, cuelgo la llamada de Barney y camino a grandes zancadas.

Ana le sonríe muy amistosa y yo tomo su mano para levantarla de la banca. El imbécil me mira y escucho a Ana susurrar un "lo siento"... ¿Es que ella quería estar con él? Camino lo más rápido que puedo para contener mi ira.

— ¿Interrumpí algo? — le grito.

— Creo que se te está haciendo costumbre sacarme a rastras — me dice con indiferencia.

— Solo cuando creo que estás en peligro — la llevo rápido entre los árboles.

Balbucea algo sobre un chico siendo amable y me hace enojar más. ¿De verdad eres tan ingenua Anastasia?

— No quiero que hables con él — le grito. Ni con José, ni con nadie más te mire de esa forma.

Tironea mi mano y se libera, está molesta también. Quiere saber por qué la alejo del bastardo ese y la verdad es que ni yo lo sé. Solo sé que no lo quiero cerca de ella. Paso mis manos por mi cabello tratando de ordenar mis ideas. Mi corazón late acelerado y siento un impulso. He querido hacer esto desde que la vi en la cafetería.

La beso.

Historia de Amor 💙 (Christian)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora