Capítulo 7

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*Narra Cindy*

Al final Sergey se viene conmigo. No sé si es algo bueno o algo malo. Odio ser un lastre para los demás, pero tampoco iba a dejarlo ahí tirado sin rumbo. Él ha perdido a sus padres, a su novia y a sus familiares. Le hablo de mí. Y cuando acabo me habla de él. Se acababa de graduar en veterinaria cuando le pilló el apocalipsis. No sé por qué pero me inspira ternura. Está solo. Está oficialmente solo. Y yo…yo no sé qué decir. Desconozco si mis padres y hermano estarán bien. Quiero creerlo. En ese trayecto tan largo Sergey y yo aprendemos el uno del otro. Es curioso cómo alguien que no era nadie en tu vida, ni siquiera lo conocías, pasa a ser lo más importante ahora mismo. Hace dos días era feliz con mi trabajo junto a mi novio, disfrutando de una vida plena. Y ahora…ahora ni tengo trabajo, ni estoy con Kyle, ni el mundo es mundo. Y lo peor es que nada volverá a ser como antes. Esta idea me atormenta y yo solo puedo morderme los nudillos de mi mano derecha para desahogarme.

-Como sigas así, vas a acabar sin dedos-Sergey me saca de mi ensoñación. Sonrío tímidamente y miro hacia abajo.

-Sergey, ¿qué te parece si paramos en esa gasolinera? Tendríamos que llenar el depósito y llenar algún bote con gasolina para el camino. La casa de mis padres todavía está lejos. Necesitaremos recargar el depósito más veces.

Sergey afirma y aparca en la estación de servicio. Mientras Sergey recarga el depósito yo decido entrar dentro del mercado para coger algo de comer. El camino va a ser largo. Muy largo, para ser exactos.

Empuño un cuchillo y me dirijo hacia el ruinoso mercadillo de la gasolinera buscando comida. Abro la puerta acristalada lentamente, intentando ser silenciosa, aunque eso es imposible, mi ruidos respiración me delata. Tomo bolsas para ir llenándolas. No miro lo que echo en ellas. Voy muy rápido para salir de allí. Al fondo de la sala está la farmacia. Decido ir a por algún medicamento por si acaso. Aspirinas, ibuprofenos, agua oxigenada…no discrimino, todo va a las bolsas que están rebosando. Un ruido me saca paraliza y me voy girando poco a poco hasta que lo veo. Un infectado. Apoyo las bolsas en el suelo y saco el cuchillo inconscientemente. El infectado no se lo piensa y avanza hacia mí. Y yo estoy ahí, con mi mano armada amenazante pero temblorosa.

-Vamos Cindy, ya lo has hecho antes. No te amilanes. -Respiro profundamente y le hundo el cuchillo en el cráneo. La sangre sale a borbotones y me salpica la cara. Es asqueroso. Le saco el cuchillo y el bicho cae fulminado. Suelto un bufido cuando encuentro a ambos lados dos infectados. No puede ser.

-Mierda-siseo entre dientes.

Cojo las bolsas corriendo y voy hacia la puerta. No puedo abrirla. Forcejeo con ella mientras los infectados lentamente se acercan a mí. No me lo pienso. Agarro un bote de conservas que tengo en la estantería más cercana y abro un boquete en el cristal de la puerta. Un boquete suficiente para pasar las bolsas.

-¡Sergey!-Grito a pleno pulmón.

Sergey aparta la mirada del coche y me ve. Corre hacia mí asustado.

-La puerta se ha atrancado. Toma-le paso las bolsas-guárdalas.

-¿Y tú qué?

-Sergey, ve hacia el puto coche y guarda las bolsas. Eso es lo importante.

Sergey mira más allá de mí y descubre a los dos infectados. Se queda petrificado y desenvaina su cuchillo.

-Sergey-repito-ve al coche. Ya. Yo me encargaré de ellos.

Y dicho esto, me doy la vuelta y encaro a los dos cuerpos cadavéricos.

-Señores, ¿quién quiere ser el primero?-ironizo.

*Narra Sergey*

Estoy parado enfrente de la puerta de ese mercado cutre viendo como Cindy se enfrenta sola a dos infectados. Y yo no puedo hacer nada. Sus palabras inundan mi mente: “Vete al coche. Ya”. Tardo un minuto en moverme y correr hacia el maletero del coche y cargarlo. Cierro y vuelvo al mercado. Tengo que ayudarla, como sea. No encuentro nada que me sirva y decido hacer una locura. Tomo carrerilla. Aspiro. Espiro. Sergey, estás loco. Empiezo a correr hacia la puerta y arremeto contra ella con mi lateral. El cristal se resquebraja y yo caigo al suelo cubierto de cristalitos que se me clavan. La sensación es horrible. Oigo ruidos y me levanto. Observo a Cindy al final de la sala. Está intentando cerrar una puerta. Ella me ve.

-Te había dicho que te quedaras en el coche-sus palabras suenan débiles y veo cómo la fuerza de su pierna izquierda se desvanece.

-Cindy, cállate-corro hacia ella. La aparto de la puerta y empujo yo. Los infectados de fuera hacen fuerza pero consigo cerrarla. Miro a Cindy y le señalo la puerta de cristal rota.-Vámonos.

Subimos al coche después de cargar los bidones de gasolina y arranco el coche.

-Eso que has hecho ha sido una locura-le miro con enfado y ella sostiene mi mirada desafiante.

-Yo hago lo que me da la gana ¿entiendes? Es lo que hay. Y si no te gusta lo que hay, te piras. Nadie te ha obligado a venir conmigo. Y si vas a compartir conmigo este viaje más vale que te vayas haciendo a la idea de cómo soy.

Vaya un carácter. Miro a la carretera y niego lentamente. El resto del viaje transcurre en silencio. Supongo que ninguno de los dos queremos entablar una conversación por miedo a acabar a hostia limpia. Ella me da alguna indicación para ir a casa de sus padres.

-Está anocheciendo, deberíamos buscar algún sitio para dormir.

Cindy suelta un bufido y mira por la ventanilla.

-Allí. Esa casa. Parece que está bien.

Aparco al lado del inmueble y bajamos del coche. Cindy y yo nos miramos y esta se dirige a la puerta. Está abierta. Ella se gira hacia mí y se pone el dedo índice en la boca. Silencio. Entramos y recorremos la casa. Parece que no hay nadie. Cerramos todas las puertas y ventanas y las tabicamos como podemos.

-Lo mejor va a ser que durmamos en el salón, para vigilarnos las espaldas-digo mientras esparzo dos mantas por los dos sofás.

-Bien, yo dormiré en este-y señala el color beis. Yo me quedo pues con el de color negro.

Los sofás están enfrentados el uno al otro. Así podemos vigilarnos. Cindy sube a las habitaciones y coge ropa para llevarnos por el camino. Cenamos dos barritas energéticas y cuando me doy cuenta ya estamos tumbados cada uno en un sofá.

La tenue luz de tres velas ilumina la estancia y el sueño empieza a surgir. Cindy bosteza y se arropa con la manta. Se acurruca y duerme. Soplo la luz de las velas y me tumbo en el sofá. Necesito cinco minutos hasta que me sumerjo en los brazos de Morfeo.

TWD: A NEW HOPE IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora