Cap 10

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- Parece que estabas cansada. – en ese momento sentí como alguien acariciaba mi rostro con gentileza, por lo que me giré hacia él y agarré su mano. – Tn, despierta.

- ¿Qué pasa? – abrí ligeramente mis ojos cuando vi a Yoongi frente a mí – ¿Dónde estoy? – pregunté.

- Te quedaste dormida esperándome. – volvió a acariciar mi rostro y después me miró ligeramente.

- Hay algo que quería decirte. – pronuncié tras mirarlo detenidamente.

- Me estás asustando.

- En realidad, quería decirte que los chicos lo saben. – expresé.

- ¿Qué? ¿Cómo es posible? ¿Es que acaso te desnudaste para ellos? – parecía enfadado, pero en mi mente solo quería golpearlo por idiota.

- Saben lo tuyo, no lo mío. – expresé tras apartarlo de mí.

- ¿Qué? ¿Cómo es posible?

- Y yo que sé, solo sé que me hicieron una emboscada y me hablaron de Suga.

- Mierda, estoy acabado. – expresó.

- No, no lo estás. Al parecer tus hermanos te quieren o al menos te aprecian, me pidieron que este a tu lado, que te apoyé.

- ¿Y qué es lo quieres hacer tú? – por un segundo vi aquel rostro angelical, y sin duda quería molestarlo, por lo que no iba a decir la verdad.

- Les dije que se buscarán a otra, que no pensaba acercarme a ti. – en ese su rostro se puso completamente serio y a la vez podía sentir que estaba serio, decepcionado y triste.

- Ya veo, en realidad lo entiendo. Ayer casi te mato.

- Así es, y aún no me has pedido perdón como se debe. Así que, supongo que me quedaré con Tae. – seguí con aquella farsa mientras que veía como su rostro cambiaba cada vez a uno peor.

- Es lo mejor, después de todo él te ama. – fue a irse del cuarto, cuando agarré un cojín y se lo lancé a la espalda.

- Se puede saber porque no dices tus verdaderos pensamientos, cacho de idiota. – se dio la vuelta y después me miró, por lo que mostré una amplia sonrisa. – Solo quería ver u reacción, sin duda me decepcionaste, demonio negro.

- Yo te mato. – vino hacia a mí, cuando le esquivé y le lancé a la cama.

- Parece que estás a mi merced. – sonreí cuando mis manos fueron rápidamente hacia su careta, se la saqué y después sonreí.

- Por favor, no me ocultes tu bello rostro. – acarició mu rostro y a la vez, esos ojos me miraron con una calidez que nunca antes había recibido, pero lo que no pude evitar preguntarme, era que si con solo aquello, había cambiado algo en él, si había hecho que su dolor disminuyera.

- Y tú, por favor, jamás me dejes. – expresó. Me acerqué para besarlo, para saciar mis ganas de él, cuando alguien tocó la puerta.

- Venga ya. – expresé ante aquel acto.

- Tengo que contestar. – me incorporé, me sacudí aquel vestido y después me senté en una de las mesas mientras que agarraba un poco de té, pues al menos debía de disimular.

- Madre. – al instante se inclinó ante ella, pero mis ojos no fueron hacia él, sino hacia ella, una mujer seria, rígida y con aires de soy dios, pero lo que no sabía es que más valía tratarlo con respeto, porque sino la rebajaría a un nivel que le gustaría, pues ella era la emperatriz, pero yo tenía el poder de los dioses. 

- ¿Por qué me haces ver esa desagradable marca? ¿Es que acaso no te da asco? – en ese momento la miré más detalladamente y cerré mi puño, pues estaba tirando por la borda todos los esfuerzos que estaba haciendo para que se aceptará así mismo.

Entró en el interior del cuarto y cuando alzó los ojos se encontró conmigo, al instante, me incorporé y después me incliné.

- Saludos, emperatriz. – aquel acto me dolía más que una espada en mi cuerpo, pues eso implicaba respeto, que había dejado mi dignidad, y sin duda, todo eso me molestaba.

- No sabía que estabas con alguien, entonces, con más motivo tendrías que llevar esa máscara. Para algo te la hicieron ¿No? Ni siquiera puedo imaginar el rechazo que ella siente por ti.

- Siento contradecir sus palabras, pero no siento nada de lo que ha mencionado.

- Parece que tienes la lengua larga. No me gusta. ¿Quién eres?

- No es nadie, madre. – se interpuso ante mí y se cubrió.

- No me llames madre, soy la emperatriz para ti.

- Te juro que quiero matarla. – pensé.

- Lo si...

- Me presentaré formalmente. Soy Tn.

- Mis cordiales saludos. – al verla inclinarse ante mí, solo pude satisfacerme ante aquel acto, pues no era por un saludo, era por que sabía sobre el poder de los dioses. – Siento haber sido descortés en su presencia.

- Espero que tampoco ocurra cuando no estoy presente. No me gustaría que alguien falte el respeto a mi futuro esposo. – en ese momento sus ojos se abrieron como platos y mi satisfacción se incrementó.

- ¿Futuro esposo? – preguntó. – ¿Crees que él podrá ser un buen rey? – en su rostro se mostró una mueca.

- No lo escojo por eso, pues mejor que nadie, debería saber que una reina puede reinar también. ¿O me equivoco? – desde luego, si sacaba sus garras, yo sacaría mi lengua envenenada para contratacar.

- Eso es cierto, pero...

- No es algo que me preocupe. – pronuncié al saber que iba a referirse a ella.

- Pues debería, porque hay una regla.

- Las reglas se hicieron para romperse. – pronuncié con una pequeña sonrisa. – Ahora si nos disculpa, estábamos intentando a llegar a un acuerdo.

- ¿Podría saber el tema? Tal vez, os sea de ayuda.

- Siento tener que negarme, porque esto es solo entre el príncipe y yo. Me alegra haberla conocido, emperatriz. – expresé con una amplia sonrisa.

- El placer es mío. – después de aquello se marchó, dejándonos completamente solos.

El nuevo reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora