Cap 11

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- Toma esa, vieja bruja. – en ese momento Suga me miró. – Quiero decir, me alegra haber conocido a tu encantadora madre. – en ese momento comenzó a reír.

- Pensé que te lastimaría. – vino hacia a mí cuando me acerqué también.

- ¿Crees que lo lograría? – pregunté con una pequeña mueca. – No tendré el poder de los dioses, pero soy un dragón. Uno muy fiero y que no se para a mostrar sus dientes.

- Gracias, nadie nunca había dado la cara por mí de esa manera.

- Pues acostúmbrate, porque nadie nunca se va a meter con mi querido príncipe. – alcé mis manos y le arrebaté la careta, después me incliné y besé su cicatriz. – La amo más que nada. – en ese momento solo podía pensar en reparar su dolor, el dolor que su propia madre causaba con sus palabras y actos, así que la primera en caer sería ella.

- Deberías de irte antes de que piensen algo equivocado.

- No creo que nadie quiera ponerme en su contra. Además, estoy vestida, y dije que tengo algo que discutir contigo.

- ¿Y qué es eso que tienes que discutir conmigo? – preguntó.

- ¿Qué es lo que sabes de los dragones? Quiero saber, más sobre mí misma.

- No hay mucha información, simples leyendas.

- Pero no son leyendas.

- No, por lo que veo no. Hay libros en la biblioteca.

- Y supongo que... voy a necesitar tu ayuda. – expresé, pues estaba claro que no sabría leer aquello.

- Puedo conseguírtelos.

- Creo que no lo entiendes. Estoy amnésica, no sé leer eso. – expresé.

- ¿Así que estás pidiendo que lo lea por ti?

- Exacto. – añadí.

- ¿Y qué gano a cambio?

- ¿Te parece poco pasar tiempo conmigo? – pregunté con un puchero.

- ¿Estarás presente cuando lo lea? – preguntó sorprendido.

- Claro. ¿Qué pensabas? – sonreí, pero la realidad es que ganaba por partida doble.

- Supongo que te veré seguido entonces.

- Digamos que seré una lapa. – expresé.

- ¿Una qué?

- Te lo traduciré, no pienso separarme de ti. – después de aquello me incliné hacia él, pero la realidad es que no tenía intenciones de besarle, pues aún quería divertirme un poco. Así que acaricié su rostro y después me marché hacia la puerta, mientras que sonreía.

- ¿Qué? ¿Esperabas un beso? ¿Antes de casarnos? Qué indecente. – saqué mi lengua y después me marché de su cuarto, pues hasta yo sabía que no debía de permanecer allí por mucho tiempo.

Pero entonces pensé en la noche anterior, en él, en mí y entonces aquella marca apareció en mi mente, y por esa razón volví a mi cuarto, a aquellas pareces, pues por alguna razón, mi pecho dolía y ahí estaba ese tatuaje, brillando, pero no lo entendía, no entendía aquel mensaje o que es lo que quería que hiciera. Pero sabía que podía manejar el agua y por esa razón alcé mi mano en aquella vasija y después la moví, tal vez quería ver como me obedecía, como podía controlar aquel poder, y así fue, aquella agua comenzó a modularse, a tomar forma, de serpiente, pero supongo que realmente no era una serpiente.

- Señorita. – en ese momento me asusté, por lo que sin pensarlo cerré mi mano y por alguna razón aquella agua se solidificó.

- Espera, no entres. – grité. – ¿Qué hago? – pues aquello no era algo que pudiera explicar y sobre todo porque de repente aquello parecía una figura de cristal, y porque se parecía a un dragón, pues en ningún momento modulé aquello.

- Me manda la emperatriz, tiene un mensaje para usted. – expresó.

- Y ahora que querrá esa maldita, bruja. – sin duda no iba a tener educación por ella, pues incluso en mis tiempos, si alguien hacia daño a alguien que amabas, jamás tendrías educación y mucho menos, piedad.

- Ahora salgo. – agarré aquello y lo guardé en un baúl, después volví a vestirme y después salí al exterior donde me esperaba aquella chica.

- La llevaré hasta el cuarto de la emperatriz. – fue ahí cuando pensé que la guerra estaba a punto de comenzar y era una, en la que no quería perder. Caminé en silencio y me acerqué a aquel cuarto, toqué la puerta y después entré al obtener el permiso.

- Emperatriz. Escuché que me mando venir. – me incliné cuando vi en su semblante una amplia sonrisa.

El nuevo reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora