Capítulo 18 | Todo tiene consecuencias

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A seis días de la boda, estaba pasando el suceso que terminaría por romper el corazón de Aurora más que casarse con alguien con quien no quería. Se cumplían los tres meses desde que Nairi estaba en Eadburg y, como era de esperarse, era el momento de decir adiós.

No había podido dormir esa noche. Estuvo todo el tiempo consciente del movimiento de Nairi, de su inquietud y de la propia. Su corazón no descansó ni por un segundo de ir a máxima velocidad, pero sabía que estaba haciendo lo correcto.

Todavía no salía el sol, pero ya estaban alistándose para la pócima. Nairi se había despedido de todos el día anterior y habían decidido que se iría antes de que todos despertaran para que fuera más fácil su desaparición. Aurora dudaba que fuera fácil de cualquier manera. Su doncella iba a desaparecer de la nada, sin nadie que supiera adónde se fue o por qué. Sería difícil hacer que la gente no hiciera preguntas, pero estaba preparada para responderlas todas: si tenían o no sentido, eso ya era otra situación.

Se encerraron en la torre lo más silenciosamente que pudieron. Aurora tomó todo lo que Maléfica le dio y comenzó a seguir las instrucciones para hacer la pócima. Cuando sólo faltaba un ingrediente, su lágrima, casi quiso llorar de frustración. Justo en el papel donde estaban las instrucciones decía: «Si llorar es muy difícil, hay que oler la pócima y saldrá la lágrima». ¿Cómo iba a ser difícil llorar si lo difícil era no llorar?

Así que en ese momento dejó de reprimir las lágrimas. Su corazón se estaba rompiendo y había estado compuesta todo el tiempo, intentando parecer tranquila. Quería que Nairi volviera, claro que sí, pero no quería que volviera por culpa, y verla llorar quizá la haría sentir culpable. Y si esa culpa no la hacía volver, la amargaría en su vida en general. No podía permitirlo.

Dejó que la lágrima cayera en la pócima y se alejó de ella. La tomó y se la tendió a Nairi, que la tomó y la volvió a dejar en la mesa.

—Gracias por todo. No ha estado tan mal estar aquí.

—Claro. No hay de qué. —Carraspeó—. Gracias por venir a verificar que estuviera bien. Eh... Dale mis saludos a los demás.

—Por supuesto.

Se quedaron ahí, paradas en silencio, mirándose a los ojos a la media luz por lo que se sintió como una eternidad. Nairi fue la que se movió primero, acercándose el par de pasos que las separaban y rodeando a Aurora con sus brazos. Aurora le devolvió el abrazo y la apretó lo más fuerte que podía sin parecer que su mundo se estaba resquebrajando en ese mismo momento.

Como el primero de enero, sus rostros volvieron a quedar a una distancia ridícula. Era tan fácil sólo inclinarse y tocar sus labios. Era tan simple y a la vez tan complicado. Sus labios hormigueaban, su corazón latía con tal fuerza que parecía que quería acercarla a Nairi mediante golpes.

Pero, tal como el primero de enero, lo que le dijo Maléfica antes de irse de su casa le recordaba que no debía. Que Nairi tenía que besarla y no al revés. Y eso le recordaba que besarla sin que ella quisiera no estaba bien. Era obvio que no quería, ella misma se había alejado la última vez, y lo haría de nuevo ahora.

Suspiró y decidió no alargar más la tortura. Se separó y volvió a tomar la pócima de la mesa.

—Buen viaje.

Nairi se sentó en una de las sillas y tomó la pócima. Primero, perdió la conciencia. Después, su cuerpo comenzó a parpadear hasta que desapareció. Así como si nada, Nairi no estaba.

Aurora se sentó en la silla donde Nairi había desaparecido y subió sus rodillas hasta pegarlas contra su pecho. Necesitó esconder su cara entre sus piernas para poder llorar sin sentirse expuesta. No había logrado hacer que Nairi deseara quedarse, pero estaba bien, ¿verdad? Estaba bien porque eso significaba que era más feliz allá, y Aurora sólo quería que fuera feliz.

La heredera durmiente: el despertar © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora