Capítulo 8 | Que no te digan

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Corrina era un poco más alta que Agnes pero su cara lucía quizá de la misma edad de Nairi. Era algo difícil de adivinar, sólo teniendo su cabeza cubierta con un rostro casi inexpresivo. Incluso cuando le sonrió, Nairi se percató de que no quería hacerlo: sus ojos permanecían inmóviles y vacíos aunque sus labios estuvieran curvados.

—Te daré un uniforme —dijo y se dio media vuelta. Esculcó en un baúl, mientras Agnes le sonreía casi de la misma manera, aunque ella sí lucía menos tensa.

—¿Y de dónde vienes? —preguntó la niña. Nairi tragó saliva.

—De muy lejos. No tiene mucha importancia, y si no te incomoda, preferiría no hablar de mi pasado. Es triste —contestó. Era medio mentira, pero no tenía ni idea de qué más decir. Aurora no la había preparado para preguntas.

—Ya veo. Es muy curioso que Su Alteza haya decidido simplemente acogerte. Raro.

Nairi intentó sonreír. Supuso que su gesto se vería tan sincero como el de las mujeres frente a ella.

—Está agradecida conmigo —murmuró con trabajo. No tenía ni idea de cómo dirigirse a ella, era un terreno desconocido.

—Sí, bueno. Espero que no como tú lo estás con ella.

—Desde luego. Ella ha sido muy generosa. —Ya se estaba arrepintiendo de haber venido con Aurora, y apenas llevaba una hora en el castillo.

—Toma. —Corrina le tendió un montón de ropa doblada y Nairi la agarró de inmediato—. Cámbiate. Te esperaremos afuera, es hora de la comida.

Corrina y Agnes salieron de la habitación a paso veloz. Nairi tenía el corazón inquieto, quizá con un poco de miedo. ¿Cómo saberlo? Era la primera vez que estaba tan lejos de casa con personas desconocidas por completo y con, por si fuera poco, un mal presentimiento. No creía que se fuera a llevar bien con las doncellas, que la veían como si fuera un bicho raro.

Era probable. La manera en la que la reina la había visto la dejó con un horrible sabor de boca. Su comentario acerca de su piel... Jamás había vivido algo así. Era nuevo y la inquietaba en la peor de las maneras.

El uniforme era mucho más cómodo que el vestido que había llevado antes, pero era menos colorido, también. Era un café claro, no muy feo pero no elegante, y una túnica de manga corta color verde deslavado con un delantal blanco. Seguía incómoda por la falta de calzones, pero bien se había empezado a acostumbrar.

Afuera, las doncellas la esperaban. Bajaron, con Agnes a la cabeza y Corrina cerrando la marcha, y pasaron por el jardín hasta unas construcciones más pequeñas casi al fondo. Era la cocina. Agnes y Corrina le dieron instrucciones y al poco tiempo estaba poniendo la comida en una mesa larga en una gran habitación. Ambas de sus compañeras fueron hasta una esquina, donde había un gran tazón con agua, y vio cómo se lavaban las manos. Hizo lo mismo y fue a tomar asiento a un lado de Agnes. Minutos después, una mujer se sentó a su lado izquierdo junto con una niña pequeña. Ella le sonrió.

—Eres nueva, ¿verdad? —le preguntó con una sonrisa. Sus ojos sonreían también, formando un par de arrugas a cada lado de sus ojos—. Creo que no te he visto.

—Oh, sí. Acabo de llegar hoy.

—¿Con la princesa? —Los ojos se le abrieron sin mesura y abrió la boca—. ¡Tú eres la doncella misteriosa! La que Aurora acogió.

Nairi se removió en su lugar.

—¿La gente habla de mí?

—Oh, nena, no te alarmes. Somos un equipo pequeño, eso es todo, y las noticias vuelan. Más cuando son tan misteriosas. —La sonrisa de la mujer la calmó—. Soy Mabel, y esta es mi hija, Isabelle.

La heredera durmiente: el despertar © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora