Capítulo 11 | Esta es mi historia

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Glosario exprés: (puedes no leerlo, pero te dará algo de contexto, así que...)

Solar: ya he mencionado los solares varias veces, creo, y jamás expliqué qué son. En los castillos y solariegas medievales, los solares son cuartos de ocio y convivencia, casi exclusivamente presentes en casas de gentes muy, muy (MUY) pudientes, pues no es un cuarto elemental, vaya. En este castillo tienen dos: el solar común y el solar del rey; en el primero todos los invitados por la familia real pueden estar; en el segundo, sólo los invitados del rey pueden estar, incluso la familia real necesita su permiso. Así lo decretó Estéfano, a fin de cuentas.

Y por si se lo preguntan, una solariega es una casa/mansión de la nobleza. Es la mejor traducción que encontré a Manor, en inglés. (De hecho muchas cosas las tuve que medio traducir como pude del inglés porque no encontré una buena traducción. Jeje, joder).

***

—Primero necesito saber que recuerdas todo lo que aprendiste. No te puedo comenzar a enseñar algo nuevo y más complicado cuando ya has olvidado todo —dijo su padre, parado a un lado de la mesa del estudio, donde Felipe y ella estaban sentados.

—¿Todo de qué necesito recordar? ¿Historia, Geografía? —Espero que no Religión.

—Eso, sí, pero no es la prioridad. Te quiero meter directamente a Economía, Política y Leyes, ya después veremos qué hacemos acerca de Estrategias Militares y otros temas de guerra.

Aurora apretó un poco el vaso enfrente de ella y asintió.

—¿Y cuál es la prioridad, entonces?

—Que me pruebes que puedes recordar a todos los nobles, todos los datos que te aprendiste de ellos. Que conoces su fortalezas, sus debilidades y sus vidas enteras.

—Me acuerdo bien.

—Entonces me lo demostrarás mañana. Te haré un pequeño examen oral y, si lo pasas, te presentaré a tu nuevo instructor. Estudiarás con Felipe, ¿bien? Que necesita aprender más sobre nuestra nobleza.

Estéfano se fue del estudio, y el aire se sintió tenso. Hacía mucho calor en el pequeño cuarto a cortesía de todas las velas encendidas, y por primera vez en ese frío otoño deseó que la pequeña ventana no tuviera vidrio. Parecía más decoración que funcionalidad, con casi nada de luz pasando por ella.

Suspiró.

—Supongo que estás condenado a pasar el día conmigo —le dijo a Felipe, que le regaló una sonrisa.

—Hay cosas peores. —Se paró y tomó papeles, pluma y tintero de una mesita a su lado antes de volverse a sentar—. ¿Por dónde comenzamos? No tengo ni idea de nada.

Aurora comenzó a recitar lo que sabía, empezando por lo básico: cuántos nobles de cada título había y dónde residían antes de tomar un mapa y hacer las divisiones entre los territorios. Iba con paciencia y tranquilidad, y Felipe anotaba todo con mucha atención. Apenas dijo una palabra o dos, hasta que llegó al marqués de Shirza.

—¿Y este es un marqués muy rico?

Aurora torció los labios.

—Sí, supongo. Es el más rico de los marqueses, supongo; aunque sí le envidia un poco de tierra al duque más pobre, el de Nytho.

—¿Y está casado? ¿Hay alguna marquesa?

No había preguntado eso de ninguno. Aurora entrecerró los ojos, pero Felipe mantenía la mirada fija en sus notas y en el mapa.

La heredera durmiente: el despertar © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora