Primero, un dolor en la espalda. Era una superficie con borde puntiagudo, lo suficiente para clavarse entre sus costillas sin penetrar la piel. Después, un movimiento que alivió el dolor.
No podía abrir los ojos. La consciencia de su alrededor era débil y frágil y, por más que movía los músculos de sus párpados para poder ver, no respondían. Poco después volvió a perder el conocimiento.
Cuando al fin pudo abrir los ojos y fue consciente de la cama en la que estaba, en un frío cuarto, iluminado por muchas velas y un candelabro, notó todo el cuerpo tenso. Intentó levantar el brazo, la pierna, la cabeza, pero lo único que parecía moverse con facilidad eran sus ojos, que parecían llenos de arena. Unas lágrimas calientes inundaron sus ojos y ayudaron a aliviar la sensación en ellos, pero poco más.
Movió los labios y abrió la boca, pero nada salió. Hasta después de varios intentos fue que alcanzó a susurrar, pero no era suficiente.
—A... yu... da.
Tragó saliva, y se encontró con que casi no tenía. La garganta le hormigueaba, le cosquilleaba, le urgía para tomar agua. Lloró un poco más cuando la siguiente vez que abrió la boca no pudo ni siquiera susurrar una palabra entrecortada.
—Ayuda. —La palabra era un suspiro desesperado, y Nairi no tenía ni idea de si alguien estaba cerca, pero sí sabía que nadie estaba tan cerca como para escucharla.
Su corazón era demasiado lento y acompasado apesar del miedo en sus entrañas. Parecía como si su cerebro y su cuerpo se hubieran desconectado.
Y fue en ese momento en el que entendió que tenía que calmarse. No a su cuerpo, no a su corazón, sino a ella y a sus pensamientos. ¿Qué veía, cuál era la situación, cómo podía reaccionar? Tenía que ser lógica, clara y objetiva.
¿Qué era lo último que recordaba? Gyneth haciendo una poción, un hechizo, ella bebiéndoselo. Iba directo a Eadburg a buscar a Aurora. Lo recordaba bien. Pero era muy de mañana, no de noche como ahí se notaba a través de la ventana.
Así que, ¿dónde estaba? Era un cuarto, construido de piedra sin decoraciones. El techo estaba alto. No había ninguna señal de alguien cercano. No se parecía a las construcciones de Nestan que ella conocía, ¿eso quería decir que había llegado?
Lo más importante: ¿qué podía hacer ahora?
Levantó la mano. Su intención había sido levantarla con todo y el brazo, pero sólo logró que sus dedos se movieran hacia el techo. Antes, sin embargo, no había logrado eso. ¿Estaba recuperando movilidad? Si era así, tenía que esperar. No podía hacer más si no podía moverse para defenderse o para buscar una salida o algo. La paciencia tenía que ser su virtud.
Se sintió una eternidad antes de que fuera capaz de levantar su cuerpo y sentarse. Decidió que, aun pudiera hablar, quizá no era su mejor opción. Después de todo, no tenía ni idea de dónde estaba ni con quién, y que estuviera en una cómoda cama no necesariamente significaba que quien la había puesto ahí no era hostil.
Cuando al fin recuperó la movilidad por completo, se paró y buscó por todos lados algo filoso para que le sirviera como arma. No había nada: en la habitación, la cama, las velas y el candelabro era lo único que había. Decidió tomar una vela, apagarla y usar su base metálica como arma. Era pésima si quería defenderse, pero el peso del objeto en su mano era suficiente en ese momento para no sentirse desprotegida.
Su ropa, el mismo pantalón café claro y blusa blanca que había llevado en la mañana, no era suficientemente cálida para evitar sus temblores y escalofríos. Sus pies, descalzos, se arqueaban intentando no tener demasiado contacto con el suelo. Respiró profundo y se deshizo de sus sensaciones físicas para enfrascarse en lo que necesitaba: descubrir dónde estaba, qué pasaba y cómo arreglarlo.
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La heredera durmiente: el despertar © [TERMINADA]
FantasíaEsta es la secuela de "La guerrera durmiente: la maldición." La primera parte está terminada en mi perfil. *** Casi siete meses después de caer bajo el hechizo de Maléfica, Aurora despierta. Ya no es la misma joven que huyó del castillo, pero l...