Capítulo 30 | Las secuelas de una tragedia

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Los miembros del Consejo eran cuatro. Aurora los había conocido en los últimos meses como parte de sus estudios, y había estudiado cada detalle de ellos. Eran dos duques, el de Hozth y el de Qufen y dos marqueses, el de Ambafi y el de Ekroe. De todos los nobles, eran a los que Estéfano les había tenido más confianza. Eran quienes le daban consejos y ayudaban a mantener un reino unido, más o menos. Al ser sus manos derechas, era importante que Aurora los conociera y supiera lo más importante de ellos.

El duque de Hozth era un señor de unos cincuenta años. Se coloraba el cabello siempre, manteniéndolo de un negro intenso cada vez que lo veía. Era un poco de la vieja escuela, pero era muy sabio y prudente. Estéfano le había contado que la principal razón por la que lo tenía cerca era para que le aconsejara cuando no hacer algo que se le había ocurrido. Era muy bueno previendo daños y consecuencias.

El duque de Qufen era el más joven de los duques. Tenía apenas treinta años y casi nada de cabello. Siempre usaba sombreros graciosos con plumas de varios colores, llamativo hasta que no podía. Estéfano lo había mantenido cerca porque, en contraste con Hozth, era mucho más atrevido en sus movidas y estrategias. Al haber ese contraste, era muy fácil tomar decisiones acertadas.

El marqués de Ambafi de treinta y siete años era el que mejor ayudaba a mantener las aguas calmadas. Él mantenía el orden en la mesa, controlando a Qufen cuando se empecinaba en discutir. Era el mejor mediador y ayudaba a balancear las opiniones y los debates. Estéfano admiraba mucho la manera en la que podía convencer a la gente, controlarla y calmarla sin perder los estribos. Él era el más honesto de todos, el más confiable y transparente. Él siempre se encargaba de encontrar la mejor manera de hacerle llegar a la gente sus decisiones sin causar demasiado revuelo. Era el más bajito de todos que contrastaba con su cabello bastante más largo que el del resto.

Y el marqués de Ekroe era el mejor comerciante que habían visto en mucho tiempo. Su marquesado era uno de los más pequeños y localizado en un lugar no muy conveniente; aún así, había encontrado la manera de sobresalir. Tenía un don para encontrar oportunidad en la desgracia, para voltear las situaciones a su favor. Era ingenioso e inteligente. Creía en la innovación, en el futuro, en la esperanza del futuro. Era idealista de corazón pero mantenía los pies en la tierra cuando se trataba de actuar. Era el que pensaba más diferente a todos en el Consejo, pero a Estéfano le agradaba tenerlo ahí para poder ver otra perspectiva y tomar una decisión más acertada. Tenía apenas treinta y tres años y siempre vestía en colores muy llamativos, con túnicas cortadas de formas poco convencionales.

Aurora ya había estado en una junta de Consejo con su padre y había visto la dinámica, más o menos. Pero, estar delante de ellos en el lugar de su padre seguía aterrándola.

Había sido un gran alivio que, en cuanto entró en la Gran Cámara, todos se hubieran puesto de pie y hubieran hecho una corta reverencia como saludo. Creía que se había salvado de comentarios, pero estaba muy equivocada.

—Lamentamos mucho la muerte de sus padres —dijo Joseph, el duque de Hozth.

No necesitaban recordárselo, ¿sabían? Su posición ahora no le permitía olvidarlo.

—Eran personas magníficas —añadió Alden, el marqués de Ambafi.

—Gracias, caballeros. ¿Les parece si hablamos de nuestros asuntos pendientes?

Iba a ser un dolor de cabeza. Aurora se sentó en un extremo de la mesa, con dos miembros del Consejo a cada lado.

—Primero que nada, me interesa saber la fecha de evaluación y dictamen de mis aptitudes para la coronación y el nombramiento oficial —dijo, intentando ir al grano.

Todos se miraron entre ellos. Joseph fue el primero en hablar.

—¿Usted qué opina? ¿Está lista?

La heredera durmiente: el despertar © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora