Extrañaba a Aurora. Era gracioso pensar en lo mucho que lo hacía, sobre todo cuando dormían en la misma cama todas las noches y vivían bajo el mismo techo. Pero es que apenas la veía: todo el tiempo la pasaba demasiado ocupada estudiando, principalmente en la biblioteca para tener más libros a su disposición. Cuando no estudiaba, comía o descansaba, nada más. Era una máquina de leer y escribir, a veces de recitar, pero de nada más.
—Intenté que hablara conmigo —dijo Mabel. Estaban en el solar, sentadas en una pequeña mesa de la esquina, mientras que todas las demás doncellas y la reina estaban en el centro del salón. La reina se había dedicado a mantener una comunicación cercana con todo el personal que podía para conocerles y detectar si algo andaba mal. Hasta ese momento, nada—. Me dijo que estaba demasiado ocupada. Por más que le dije que todo estaría bien y que nos tenía a nosotras, sólo me agradeció y siguió estudiando sin darme más que una rápida mirada. Comienza a alarmarme.
—Es su manera de lidiar con lo sucedido —intervino Nairi. Estaba demasiado consciente de que toda la gente necesitaba lidiar con las situaciones a su manera, pero eso no lo hacía más fácil.
—Nosotras podríamos ayudarla —gruñó Marie—. Pero es «el reino esto, el reino lo otro; tengo que prepararme, tengo un destino que cumplir», bla, bla, bla.
—No creo que hable con nosotras —dijo Mabel.
—Entonces no hablemos con ella —decidió Nairi—. Hagamos algo por ella, para que se relaje un poco.
No es como que fuera fácil tal hazaña: todo el personal del castillo había estado con los nervios de punta durante las últimas tres semanas. Que si alguno era un espía o no, que quién había intentado envenenar al rey, que si había una mínima posibilidad de que el castillo fuera atacado o que el prisionero escapara. La presencia de guardias y caballeros reales a cada pocos metros de distancia sólo ayudaba a alimentar la crisis colectiva y el nerviosismo que había causado el regreso del rey.
—Me voy en cinco días —recordó Nairi.
Ya se iban a cumplir tres meses, de nuevo, desde que volvió. Sabía que ir y volver no le tomaría mucho más de veinticuatro horas, pero sabía que sólo se necesitaba una, incluso menos, para que algo malo sucediera. No veía o hablaba mucho con Aurora, pero sabía que estaba ahí, que estaba viva y segura. Sin dormir y malcomiendo, pero viva.
La ansiedad de dejarla podía con ella.
Mabel tocó su antebrazo y le dio un ligero apretón.
—No hay mucho que podamos hacer —dijo Marie—. No es que podamos salir a ver qué hacemos.
—¿Que no ha pasado la mayor parte de su vida encerrada en este castillo? Creo que podemos ingeniárnosla para encontrar algo qué hacer aquí —respondió Mabel con una sonrisa socarrona.
—¿Y qué sugieres, anciana? —dijo Marie en tono mordaz.
Mabel se encogió de hombros.
—Podemos ingeniárnosla. Énfasis en podemos. Las tres, no sólo yo.
Marie rodó los ojos.
—Quizá podríamos quitarle los libros y cerrar la biblioteca con seguro. Por un día, al menos —sugirió Nairi. Si estudiar era una de las preocupaciones más grandes de Aurora, se la quitarían sin pedirle permiso. Si de ella dependiera, se encerraría en la biblioteca para encadenarse a un libro.
—Le podría explicar a padre lo que pasa y cómo Aurora parece que se va a desmayar en cualquier momento. No creo que se queje.
Nairi asintió.
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La heredera durmiente: el despertar © [TERMINADA]
FantasíaEsta es la secuela de "La guerrera durmiente: la maldición." La primera parte está terminada en mi perfil. *** Casi siete meses después de caer bajo el hechizo de Maléfica, Aurora despierta. Ya no es la misma joven que huyó del castillo, pero l...