Capítulo 31 | A simple vista

347 56 54
                                    

Despertó aquella noche con pesadillas, como era cada vez menos usual. Las pesadillas que tenía de Yamin se habían comenzado a desvanecer con el tiempo, dejándola tranquila. El tiempo se había encargado de la mayor parte del trabajo duro, y lo agradecía. Pero los sueños habían vuelto, esta vez siendo más sobre Aurora que sobre Yamin.

Veía a Yamin morir, pero también a Aurora. Se imaginaba su cuerpo apuñalado, tal como le había tocado ver el de Estéfano antes de que se lo llevaran. Se imaginaba su cuerpo agujereado como el de Leah, tal y como el de una persona que no sabía pelear pero lo intentaba.

Aurora sabía pelear. Había aprendido en Nestan, pero saberlo y poder hacerlo era diferente. Su cuerpo en Nestan había cambiado: era más fuerte y resistente; el de la Aurora que veía todos los días, ahora, era tan frágil como el de una joven de diecisiete años que no había levantado una espada en su vida.

Y tenía miedo. Le preocupaba muchísimo que su debilidad física no la pudiera proteger ante un ataque.

Despertaba en cuanto su cara estaba manchada de sangre y su piel, normalmente bastante blanca, estaba por completo pálida, contrastando con el líquido rojo. Despertaba y esperaba encontrarla dormida a su lado, a salvo, viva, pero, como llevaba pasando ya una semana, la cama a su lado estaba vacía.

La primera vez que se despertó de una pesadilla de esas y encontró que Aurora no estaba a su lado casi se había muerto de un infarto. Sin apenas poder respirar, se había levantado y buscado en la habitación. Sus razonamiento había quedado apagado por completo, presa de terribles impulsos ciegos. Mucho después, por pura casualidad, abrió la puerta hacia la torre y vio luces prendidas adentro, dándose cuenta que era muy probable que estuviera viva y sólo despierta. Los guardias debajo de la torre, al oír que la puerta se había abierto, le pidieron que se identificara.

Estaba bien vigilada. Estaba viva. Estaba bien.

Pero no estaba bien. Nairi no la veía en las comidas, pero imaginaba lo poco que comía. Al tener tan sólo una semana restante antes de su evaluación, Aurora pasaba cada momento que podía estudiando. El resto del tiempo, intentando encontrar a la figura encapuchada.

No dormía, no descansaba, no comía. Estaba agotando la vida en sus ojos. Sus ojeras eran cada vez más negras y pronunciadas, y Nairi juraba que jamás la había visto tan desgastada. Ni en momentos de vida o muerte había visto pozos tan oscuros y profundos como aquellos que ahora adornaban sus ojos.

Lo peor era que no sabía qué hacer. Primero, a sugerencia de Mabel, había intentado hablar con ella. Como eso no había funcionado, intentó hacerlo a su manera y ayudarla en todo lo que pudiera, pero al parecer sólo podía ayudarla no estorbándole o distrayéndola mientras estudiaba y, de vez en cuando, con la investigación.

El mundo estaba tan patas arriba que no tenía ni la más mínima idea de qué más hacer.

Se puso de pie y abrió la puerta que llevaba a la torre sin hacer tanto ruido. Aunque sabía que era muy probable que estuviera ahí, tenía que comprobarlo con sus propios ojos para poder volver a dormir. Las luces de la torre estaban encendidas, los guardias abajo. Estaba viva.

Se cubrió con las sábanas e intentó dormirse por horas. No fue hasta que Aurora se acostó a su lado y la abrazó, poco antes del amanecer, que pudo cerrar los ojos y bajar la guardia.

***

—No hay manera de reconstruir estos minutos al detalle. No es como si pudiéramos ver dónde están cada uno de los guardias a cada minuto —gruñó Lorne, jalándose de los pelos.

Tras una semana intentando reconstruir, minuto a minuto, el día de los asesinatos sin mucha evolución, habían solicitado la presencia de Lorne, que era uno de los pocos que sabían dónde estaban a cada segundo, porque había estado ocupado dando órdenes.

La heredera durmiente: el despertar © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora