Donovan estaba cortando grandes pedazos de madera con un serrucho gigante cuando Aurora entró en el establo. Lo agarraba de ambos extremos y se inclinaba hacia adelante, cortando con cuanta fuerza podía. Aurora entró en su campo de visión, causando que pegara un brinco y se le cayera el serrucho al suelo.
—¡Perdón! No fue mi intención asustarte.
Donovan le sonrió, sacudió la cabeza e hizo una breve reverencia.
—No se preocupe, Majestad. —Volvió a concentrarse en la madera hasta que el pedazo de madera cayó al suelo.
Aurora se acercó más y Donovan levantó la mirada, con una ceja arqueada.
—¿Necesita algo, Majestad? ¿Hay algo que le pueda conseguir, alguien a quien esté buscando?
El establo estaba vacío, justo porque Donovan lo estaba usando. Aurora era consciente de las concesiones que se estaban haciendo por los miembros del Consejo que estaban ahí hasta la coronación, y era justo por eso que estaba ahí con él.
—Oh, no. Yo... sólo venía a dar un paseo —mintió.
—De acuerdo. —Se agachó, recogió el pedazo de madera y lo depositó sobre la mesa. Volvió a voltear a ver a Aurora, que se apretujaba sus manos y cambiaba el apoyo de su cuerpo de un pie a otro—. ¿Quiere que me vaya?
—No, está bien.
Donovan intentó sonreír, pero terminó dándole la espalda. Tomó otro pedazo de madera, lo apoyó sobre la base metálica y tomó el serrucho. Mientras lo cortaba, Aurora se sentó sobre un banco en una esquina.
—¿Te gusta la carpintería? —No era una pregunta inteligente, lo sabía, pero era lo único que se le ocurría para iniciar una conversación. Donovan gruñó un asentimiento, demasiado ocupado como para contestar—. ¿Desde hace mucho?
El otro pedazo de madera cayó al suelo y Donovan lo recogió. Con el antebrazo desnudo se limpió el sudor de la frente y encaró por completo a Aurora.
—Desde que tenía seis años. —Dejó el pedazo de madera sobre el anterior—. Mi padre pasaba demasiado tiempo ocupado trabajando, y mi madre entendió pronto que tenía que tener un pasatiempo lucrativo, así que se inició en la carpintería y, en cuanto tuve edad suficiente, me enseñó a mí también. Ahora lo hago porque me ayuda a pensar.
—Has de tener muchos muebles.
Donovan rio.
—La mayoría los regalo, pero sí.
—¿Y por qué te ayuda a pensar? —cuestionó Aurora después de un largo silencio. No sabía qué más decir.
—Porque es sencillo. Casi mecánico. Frío. El mundo es demasiado complejo, con muchas variables y problemas. ¿Una silla y un poco de madera? Sabes qué esperar de ellas todo el tiempo.
Donovan siguió cortando y acomodando la madera, mientras Aurora se preguntaba cómo era que había tomado la decisión de seguir ahí, de buscarlo, pero, más importante, cómo era que iba a sacar el tema. Él le agradaba. Era simpático, profundo, parecía apoyarla y le agradaba que no fuera demasiado parlanchín. Aún así, tenía miedo. Era demasiado pedir.
—¿Puedo hacerle una pregunta algo indiscreta, marqués?
Donovan giró hacia ella con curiosidad en su ceño y asintió.
—Por supuesto, Majestad.
—¿Por qué no se ha casado?
Donovan perdió toda expresión. Era como si estuviera pensando, no como si estuviera molesto o incómodo con su pregunta. Aurora se preguntaba si había tenido que responder esa pregunta ya varias veces, porque tenía veintiocho años y jamás se le había conocido una amante, o había tenido planes de casarse. No era que no tuviera pretendientes, era que él jamás se acercaba a ninguna.
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La heredera durmiente: el despertar © [TERMINADA]
FantasiEsta es la secuela de "La guerrera durmiente: la maldición." La primera parte está terminada en mi perfil. *** Casi siete meses después de caer bajo el hechizo de Maléfica, Aurora despierta. Ya no es la misma joven que huyó del castillo, pero l...