Capítulo 13 | Verdaderas amistades

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—Llegas tarde. —Estéfano no parecía molesto, pero sí decepcionado. Observó a Aurora y sacudió la cabeza ligeramente.

—Perdón. En mi defensa, si no tuviera que ir a las misas de la mañana, podría estar aquí más temprano.

Aurora miró a su padre con la cara ladeada y una sonrisa sutil. Su padre frunció el ceño y sacudió la cabeza.

—No. No te vamos a exentar de las misas. No he cambiado de opinión.

—Pero...

—Pero nada. Deberías agradecer que sólo te hacemos ir a la de la mañana en lugar de los rezos junto a las demás —dijo y se giró; su espalda no admitiría réplica alguna.

—Bien.

Sería sincera: odiaba ir a la misa. Era preciosa, con cantos, vitrales y gente unida en armonía; ese no era el problema. El verdadero problema era que le parecía tiempo desperdiciado. No necesitaba ir a misa diario para sentirse en compañía de Dios y, si le preguntaban, no era su prioridad. Había tantas cosas que debía de aprender sobre su reino, tanto tiempo que prefería dedicarle a Nairi, y tanta frustración de no poder hacer lo que ella quería.

Pero la discusión con su padre no la había llevado a ningún lado antes y no lo haría ahora. Lo lamentaba mucho más por Nairi, que tenía que ir a rezar dos veces al día después de la misa matutina.

—Ahora, les presento a Walter, su nuevo instructor.

Frente a Aurora y Felipe, a un lado de Estéfano, estaba un señor calvo vestido con una túnica azul marino. Era alto e imponente, y Aurora tuvo que recordarse que ella era más poderosa que él para no sentirse intimidada.

—Los dejo en sus manos. Con permiso.

Una vez Estéfano salió, Walter se sentó frente a ambos y les sonrió. No era una sonrisa que le llegara a los ojos, y eso no apaciguó a Aurora.

—Les traje unas lecturas. Yo creo en el autodidactismo, pero estoy aquí para guiarlos para que aprendan todo lo que deben de saber. —Les extendió dos pesados libros y Felipe y Aurora intercambiaron miradas—. Necesito que lean todo esto, de preferencia para el final de la siguiente semana. Tienen que dominar estos temas, ¿bien?

—Disculpe, señor —interrumpió Felipe, ganándose una mirada fría de Walter—. No me lo tome a mal, pero esto es demasiado para semana y media. Podríamos leerlo pronto pero, ¿dominar los temas?

Walter no parecía siquiera dispuesto a hacer el intento de sonreír.

—Me parece, joven príncipe, que lo han estado malcriando. Un joven en su posición debería de ser capaz de aprender todo esto, de saberlo y dominarlo en el mínimo tiempo posible. Y usted, que está en tanta desventaja respecto a los conocimientos de este reino, ¿tiene el descaro de pedir que vayamos lento? Será el rey de estas tierras, tiene que comenzar a actuar con la presión y la responsabilidad que conllevan. —Giró hacia Aurora—. ¿Usted, princesa, tiene alguna objeción?

Casi le temblaban todos los huesos. Tragó saliva y negó.

—En absoluto, señor.

—Bien. Ahora está claro por qué usted será la cabeza de este reino.

Salió del pequeño estudio sin despedirse o excusarse, y azotó con un poco de fuerza la puerta. Aurora suspiró cuando salió y comenzó a reír sin entender por qué.

—Está un poco loco.

—Viejo estirado —dijo Felipe con una gran sonrisa. Parecía como si el regaño de Walter no lo hubiera afectado en absoluto. Era refrescante ver tanta despreocupación—. Pero en algo tiene razón, voy demasiado atrás en los asuntos del reino. Ya me sé de memoria todas las notas que tomé de lo que me dijiste el otro día, de los nobles, pero creo que me falta información.

La heredera durmiente: el despertar © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora