Capítulo 19 | De regreso a una casa irreconocible

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Era una sensación extraña, estar atrapada entre la consciencia y la inconsciencia. Por una parte, podía escuchar sus alrededores; por otra, no podía siquiera moverse. Era peor que cuando llegó con Maléfica, porque ahí estaba por completo inconsciente la mayoría del tiempo. Ahora, era doloroso lo mucho que podía percibir del mundo a su alrededor.

Estaba en la misma cama en la que Gyneth la había dejado acostarse antes de ir en busca de Aurora. Oía su voz, y sentía el pañuelo húmedo que dejó sobre su frente. Escuchaba su voz cuando le preguntaba si quería algo, si la podía escuchar, si estaba bien. Pero no podía reaccionar.

No fue hasta horas después que recuperó la movilidad y la sensación de su cuerpo. Gyneth estaba sentada cerca de ella, leyendo.

—Oh, mi niña, pensé que jamás despertarías. Me tenías muy preocupada.

—Claro que no. Sabías que estaría bien.

Nairi tomó un vaso de agua que Gyneth le tendió y sintió un extraño dolor cuando el agua bajó por su garganta. Su cabeza dolía y sentía frío. Mucho frío.

—Pero no cuándo, mi niña. ¡Doce horas, nada más! Una eternidad. —Le sonrió—. Pero me alegro que Aurora esté bien, o si no esto hubiera sido más peligroso.

No había pensado demasiado en lo que hubiera pasado de no haber encontrado a Aurora viva, aunque era claro que Gyneth sí. En cuanto llegó y Maléfica le explicó la situación, supo que todo iba a salir bien, así que no le interesó pensar en lo que hubiera pasado. Pero viendo la cara de Gyneth, entendió que ella, quizá, hubiese sufrido más que ella misma.

Porque si Aurora no hubiese estado viva, si no le hubiera dado una lágrima, la pócima que tendría que haber usado pudo haber terminado con su vida, o al menos con su personalidad. Era posible que hubiera perdido toda memoria y que su cuerpo estuviera enfermo toda su vida, una de las razones por las que Gyneth estaba demasiado reacia a dejar que Nairi fuera... pero la había convencido.

Y ahora no sabía si había hecho lo correcto.

—¿Cómo está, por cierto?

—Bien. Tan princesa como jamás la había visto. Manda saludos.

Gyneth sonrió y una lágrima corrió por su mejilla.

—La extraño. Era una buena niña. —Gyneth se acercó más a Nairi y puso una de sus manos en su hombro—. ¿Qué tanto recuerdas de ella?

—Muy poco. Casi nada importante.

Gyneth asintió.

—Pobre niña, ha de haber sufrido mucho.

—¿Y si comemos algo? —Preguntó Nairi tras carraspear—. Tengo mucha hambre.

Sí. Comer, limpiar, lo que sea para no tener que hablar.

***

—¿Vas a...? —Gyneth mordió sus labios y rascó por debajo de su mentón—. ¿Vas a querer volver?

Ya habían terminado de comer y había un vacío incómodo de inactividad. Jamás habían estado en la cabaña, juntas, sin una misión entre manos, ni una guerra a la que estaban preparándose para volver. Era extraño no tener nada qué hacer.

—No. Estoy bien aquí. Creo que regresaré a Shyama después de ver a Lanaia y a los demás, y que me paguen lo que me deben.

Gyneth hizo una mueca. Nairi observó el gesto y entrecerró los ojos.

—¿Qué? —cuestionó Nairi.

—¿De qué?

—¿Por qué esa cara? ¿Qué no me estás contando?

La heredera durmiente: el despertar © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora