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Tengo muchas ganas de decir que el tiempo ha curado mis heridas. Que mi depresión duró solamente unos días y que después mi faceta de perra dolida volvió.

Pero estaría mintiendo muy descaradamente.

Lo único que sucedió fue que estuve escondida en esa casa por mucho tiempo. Y la única razón por la que volví fue la universidad.

Me había vuelto un estúpido robot.

No hacía nada más que ir a la universidad, trabajar por las tardes, volver a casa, cenar, e irme a dormir.

Agustín no dudo en manifestar su preocupación hacia mí. Pero al final desistió cuando le conté todo.

Supo que era mejor dejar que cure mis heridas sola esta vez. Y lo he estado intentando. Evito pensar en eso.

De Manuel no sabía nada, la estúpida de Stefanía no lo dejaba acercarse a mí. Y bueno, lo extrañaba, pero tampoco pretendía pelear con la tóxica.

Una mañana de sábado estoy desayunando en mi habitación mientras escucho las carcajadas de todos abajo. Quiero unirme a ellos pero no me siento nada lista así que solo veo televisión y como sin sentido alguno.

Es mucha comida.

Voy a subir muchos kilos después de esto.

— Iremos al cine, ¿vienes?

— No, Matt. Muchas gracias. —musito mordiendo mi hamburguesa.— Pero gracias por preguntar.

— Oye, esa es mucha basura.

— Y la que está en mi estómago es más.

— ¿Sufres de ansiedad?

— No que yo sepa. —niego viéndolo sentarse frente a mí.— Pero hay algo que tienes que ver.

Su confusión es muy grande cuando me pongo de pie y me quito el buso dejando ver mis moretones.

No me importa que me vea solamente en brasier, necesito que le preste atención a esto. Me duele.

— ¿Pero qué te hiciste?

— ¿Yo? Nada, solo empezaron a salir y todo mi cuerpo está lleno de estos. —explico levantando mi pantalón.— ¿Lo ves? Duelen mucho.

— Ay, niña. Eso no se ve nada bien.

— Tampoco se siente bien.

— ¿Qué harás?

— Ir a un doctor, pero tengo miedo.

Él solo asiente y me pide que me aliste antes de salir. Y aunque le pido que no diga nada, es obvio que lo hará.

Es mejor que lo haga de cualquier manera. No quiero ser yo la que lo diga.

Mi piel está llena de ronchas amorotonadas, la tonalidad es extraña, parecen golpes. Pero juro por lo que sea, que yo no intenté lastimarme de ninguna manera.

Sé que no vale la pena.

Me visto asegurándome de tapar toda la piel posible, cepillo mis dientes y finalmente salgo de la habitación buscando a Mattew.

Veo a todos en la sala, me miran con preocupación, y aunque no quiero dejar ver lo mal que me siento, termino quebrándome.

— Lo siento, no puedo manejar esto. —susurro limpiando mis lágrimas.— Es que...

— ¿Por qué no me dijiste nada, Karol?

— Porque anoche eran solamente algunas, y hoy es todo mi cuerpo. —explico.— Tengo miedo.

Mexican Girl Donde viven las historias. Descúbrelo ahora