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— ¡No, Ruggero!

Él se detiene guardando la pistola de agua y niego limpiando mi mejilla. Es un pendejo.

Claramente se ve en las calles que está nevando y el idiota se pone a jugar con una maldita pistola de agua. Me entró al ojo.

— Amargada. —susurra cruzado de brazos.— Ya no te quiero.

— Pareces un niño, me dolió.

Él rueda los ojos y sale de la habitación buscando a Aarón. Está molesto.

Y no porque le grité. Si no porque esta mañana Aarón se cayó cuando estaba bajo mi cuidado.

En mi defensa, los niños aprenden así, no toda la vida íbamos a tenerlo en una cajita de cristal. Además Antonella fue la que me pidió que lo dejara llorar y levantarse solo.

Pero claro, Ruggero me culpó de no prestar atención y nos peleamos justo en la tarde del 24. Bonita cena que nos espera.

Me dedico a terminar de planchar mi cabello y de aplicar suficiente crema perfumada en todo mi cuerpo. Cierro la puerta con seguro y dejo caer la toalla quedando desnuda.

Busco mi ropa interior, la había escogido con muy buenas intenciones, pero la pelea de esta mañana lo malogró todo así que ya ni sentido tiene emocionarme.

Me visto con un bonito vestido rojo que se amolda a mi cintura. Tacones negros y maquillaje sencillo.

Aplico algo de perfume y finalmente estoy lista para buscar a Aarón que duerme tranquilamente en la cama.

Me acerco a él y con cuidado de no despertarlo me dedico a vestirlo con su disfraz de reno.

Tras dejarlo listo para bajar me acerco al armario buscando los regalos para el intercambio. Y mientras dejo todo sobre la cama, Ruggero vuelve a entrar.

— ¿Te vas a alistar ya?

— Si. —responde cortante.— Cuida a Aarón mientras tanto.

Negando me acerco a él y envuelvo mis brazos en su cuello mirándolo directo a los ojos. Él desvía la mirada y se niega a corresponder a mí abrazo.

Lo cual me afirma que no se trata solamente de la caída de Aarón. Hay algo más.

— ¿No me dirás que me veo bonita?

— No te ves bonita. —se cruza de brazos.— Sueltame.

— ¿Sigues enojado?

— ¿Qué hacías tu mandándole mensajes a Candelaria?

¿Candelaria? ¿Qué tiene que ver ella?

Confundida lo suelto y él se cruza de brazos mirándome en busca de una respuesta. Pero es que insisto, no comprendo nada.

Yo nunca le mandé mensajes. Es más, mi siquiera hacía el intento de revisar sus redes sociales desde hace mucho.

— Responde, Karol.

— No le mandaba mensajes, Ruggero.

— Pues lo que ella mostró es totalmente diferente. —gruñe.— No puedo creer que sigas siendo la niña inmadura que conocí. ¿Por qué insultar a Lucía? ¿Qué mierda tiene ella que ver con esto?

— Gracias.

— ¿Gracias por qué?

— Por siempre encontrar las palabras perfectas para herirme. —sonrío.— Es que ya sabes, te sale natural.

— No cambies las cosas.

— No estoy cambiando nada, Ruggero.

— Karol, ven aquí y termina esta conversación como una persona madura.

Mexican Girl Donde viven las historias. Descúbrelo ahora