Extra

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Que lindo se siente saber que vas a poder dormir con normalidad pese a que la fiesta de cumpleaños de tus hijos es hoy. Es tan emocionante saber que tu esposo se va a cargar de todo mientras duermes más profundo que la bella durmiente.

Me remuevo abrazando la almohada de Ruggero, me duelen las piernas debido a lo bien que nos la pasamos ayer con cierto italiano. Pero creo que todo ese agotamiento físico está pasando factura ahora mismo.

—¡Papi, Aarón me pega!

—¡Papi no es cierto! —se defiende el mayor.— ¡Robertito me pega a mí!

—¡Papi!

—¡Basta los dos, hijos de Dios!

Silencio total, ninguno dice más y lo agradezco porque en serio tengo sueño y no quiero levantarme para frenar alguna pelea. Así que solo me subo con las mantas tango como puedo.

Pero se nuevo, el pequeño grito se deja escuchar.

—¡Papi, es mío y me quiere más!

—¡No! ¡Cállate!

—¡Basta! —repite mi esposo no sé de dónde pues su voz se escucha lejana.— Aléjense de las escaleras y dejen de discutir.

—Pero, papi.

—Dije que te alejes, Aaron.

Escucho como ambos niños refunfuñan y sus pequeños pasos se sienten por el pasillo. Bufo.

Y aunque quiero quedarme en la cama, es obvio que Ruggero necesita ayuda y que ninguno de los niño está colaborando mucho.

Busco mi pijama por toda la habitación y termino vistiéndome antes de entrar al baño para cepillar mis dientes. Al salir me decido a cambiar las sábanas y tender la cama.

Y cuando estoy abriendo la ventana, escucho el grito más grande de la vida seguido del incontrolable llanto de mi hijo.

Ay, no.

—¡Te dije que te quedes quieto, Aarón!

Mierda, Ruggero en serio está cabreado.

De inmediato salgo de la habitación a la vez que Ruggero baja prácticamente corriendo con nuestro pequeño en brazos. No entiendo nada hasta que veo las pequeñas manchas de sangre en el piso.

Y a Aarón apoyado en la puerta mirando el piso.

—¿Qué pasó?

—Solo quería cerrar la puerta. —explica en un hilo de voz.— Y Robertito se cruzó y le pegué en su nariz.

—Ay, mi amor. Sabes que no debes cerrar las puertas cuando tu hermano viene detrás. Puedes golpearlo.

—Es que mi papá me habló. —suelta en llanto corriendo dentro de la habitación.

—Aarón.

Antes de que pueda decir algo más la puerta se cierra y suspiro prefiriendo darle su espacio. Y muy aparte de eso, necesito ver a mi hijo.

Ahora mismo me siento muy culpable por quedarme en la cama más tiempo del debido.

—Hey, mírame, amor. —insiste Ruggero apenas entro al baño de abajo.— Robertito.

—Me duele. —solloza el pequeño sosteniendo su nariz.— No quiero, papi.

—Es que si no levantas la cabeza te va a seguir saliendo sangre, mi amor. —explico mientras Ruggero guarda todo y toma al niño en brazos.— ¿A dónde vas?

—Al hospital. —se limita a decir.

Tan rápido como ha respondido a mi pregunta se marcha sin mirarme así que hago un mohín y me dedico a limpiar el reguero que hicieron.

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