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— Sé que suena difícil para ustedes, señor Pasquarelli. Pero entienda por favor mi posición.

— ¿Cómo puedo entender su posición si quieren quitarnos a nuestro hijo, señorita? —gruñe él frustrado mientras se mueve de un lado a otro.— No vamos a permitirlo, es nuestro hijo y nosotros dimos más que ese par de adultos irresponsables que estuvieron a punto de mandarlo a una casa hogar porque no querían saber de él.

— Entiendo, señor. Pero, por favor. Entienda también que ambos aceptaron las condiciones de esto. Ustedes sabían que si los familiares de Aarón tienen derecho a...

— No tienen derecho a nada, señorita.

Yo solo suspiro y evado la mirada incapaz de creer que los abuelos ahora sí quieren estar con Aarón. Después de todo lo que dijeron, y de cómo le dieron la espalda cuando él más necesitaba a alguien que estuviera siempre con él.

No se me hace justo, estos nueve meses hemos dado todo por él. Nos encariñamos demasiado, formamos una verdadera familia.

— Tiene que haber una manera de romper ese acuerdo. —musito con la voz quebrada.— Yo no voy a entregarles a mi hijo, Ruggero. No.

— Ustedes aceptaron, ustedes firmaron y ahora tienen que asumir las consecuencias. El niño va a estar con su familia ahora.

— Su familia somos nosotros, señorita. —aclara Ruggero.— Y no estamos dispuestos a entregar al niño.

— Sé que suena difícil para ustedes. Pero como les dije, aunque ustedes hayan demostrado ser una pareja excepcional, no están casados, y nada me asegura a mí que van a permanecer juntos.

— No vamos a casarnos por obligación. —aclaro bajando al niño de mis brazos.— Un papel no le asegura que vamos a estar juntos el resto de nuestras vidas, podemos estarlo y sin necesidad de un pedazo de papel.

— De cualquier manera, los abuelos del niño están por llegar y ustedes tienen que mantener la compostura.

Aflijida me cruzo de brazos y Ruggero maldice en su idioma natal antes de tomar a Aarón en brazos.

Claro que el niño está confundido, claro que nosotros mismos no sabemos cómo manejar esto. Son tantas cosas que simplemente no sé cómo vamos a manejarlas.

Si me quitan a Aarón yo no sé si esté lista para continuar.

— ¿Mami? —susurra Aarón.— Mamo casha.

Sonrío y palmeo el lado libre en el sillón para que Ruggero se siente a mí lado.

Él lo hace, y cuando Aarón queda en medio de nosotros, no duda en abrazarme con toda la fuerza que sus pequeños brazos lo permiten. Mierda, volveré a llorar ahora.

Incapaz de contener la rabia que me provoca toda esta situación maldigo y cubro mi rostro con mis manos. Ayudamos a superar cada obstáculo que este pequeño presentó a su tan corta edad.

Y ahora simplemente van a desprenderlo de mis brazos.

— Papi. Mami tite.

No, amor. Mami no está triste. —asegura Ruggero.— Venga, dale un beso para que se sienta mejor.

Siento esos pequeños labios sobre una de mis manos y sollozo. No me gusta esto.

Quiero matar a todo el mundo, quiero gritar y hacerles saber que esto no me parece justo. Pero es inútil.

Ellos tienen todas las de ganar mientras yo estoy aquí atada de manos.

Probablemente la única respuesta haya sido no firmar, pero si no lo hacíamos, Aarón ya ni siquiera estaría aquí.

Mexican Girl Donde viven las historias. Descúbrelo ahora