Viajar al pasado no estaba en sus planes. ¿Quién podía imaginarse que Corea del Sur, Japón y China iban a conectarse místicamente a través de sus antiguos e históricos bosques?
Si Cheng, Do Young, Tae Yong, Mark, Ren Jun y Jung Woo les será difícil...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
La fuerza que poseía Si Cheng no era normal.
Un muchacho se había acercado a él con buenas intenciones y terminó haciéndolo volar contra el tronco de aquel árbol viejo.
Ahora estaba asustado, hambriento, somnoliento y sin su hermano mayor.
Hicieron mal en separarse y enojarse; no podían darse ese gusto en una situación como la suya. Sin embargo, les pareció más pesado el orgullo que el actuar con razón y prudencia. Si Cheng sabía que lidiar con su hermano era una tarea difícil pero además de él; ¿quién otro podría entenderlo?
Si Cheng caminó por las calles de la pequeña aldea; después de haber robado algunas prendas de vestir y habiéndoselas puesto; la muchedumbre no lo veía como un extraño. Intentó pasar desapercibido pero el aura de aquel lugar era insólita. Le provocó cierto malestar el ver a los niños con ropa andrajosas y los ancianos luchando a duras penas labrando las tierras o tratando con los animales.
"...el desequilibrio entre ricos y pobres es la enfermedad más antigua y más grave de todas las repúblicas" Si Cheng recordó una frase de un historiador griego que había leído en una de sus tantas disciplinas de la universidad; la cual extrañaba con ansias. Observó que todas aquellas personas servían a un ente que nada le proporcionaba a cambio de arduo trabajo y esfuerzo.
¿De qué serviría tenerlo todo, aun no teniéndolo nada en el corazón? El Emperador era dichoso a coste de otros y eso era algo que Si Cheng no lo podía tolerar.
—¿Heredero Dong? ¡Heredero Dong!
—Está bien Oh, yo me encargo de él —dijo una voz conocida y desagradable para Si Cheng quien prevalecía inmóvil ante las palabras de aquel anciano que lo había tomado del brazo sin intención de soltarlo hasta escuchar las indicaciones de Qian Kun. El hechicero que los había mantenido prisioneros a su hermano y a él.
—¡No, suéltame!
—Si Cheng, conmigo no puedes utilizar aquel don nuevo que se te dio. ¿Verdad? —burló— despídete de la libertad.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—¿Qué está pasando? —preguntó Jung Woo— ¿A dónde va toda esa gente corriendo?
Chenle y Jae Min se acercaron a la ventana para ver lo que Jung Woo decía. Por el humo extendiéndose en la zona central de la aldea; supieron rápidamente de qué se trataba.
