D O C E

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-Volverás ¿no es cierto?

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-Volverás ¿no es cierto?

-Sí, lo haré pequeño... —Jae Hyun tocó su cabeza— Solo te pido que te mantengas fuerte aquí y sigas los consejos que te dará Yuta ¿bien? Y en caso de que no...

-No, no pensemos en eso padre; sé que volverás —interrumpió con fuerte decisión—. Y cuando lo hagas, ruego que consideres tener otro heredero. Uno que esté a la altura de esta dinastía. 

-Ji Sung... el Imperio Jung no necesita otro heredero más que tú: nacido gracias durante mis mejores años. Eres el mejor regalo que recibí de nuestra deidad.

Dorado.

Jae Hyun recordó las épocas doradas de hace quince años atrás. Su primer amor, éxito, felicidad, bienestar, fidelidad y victoria; eran algunos de los pocos hechos que se escurrían por sus manos y por las de aquel kami hermoso que había conocido en una de sus tantas expediciones territoriales fuera de los límites establecidos por sus antecesores.

Sin embargo, el dorado también puede convertirse en vanidad, egoísmo y vanagloria absurda. Jae Hyun no parecía entenderlo en su juventud, pero cuando lo perdió a él, el gran amor de su vida, vio con violencia las marcas de la desobediencia, que él mismo había trazado sobre su caminar.

—Ji Sung... a pesar de que nunca sigues mis órdenes; eres inteligente, bondadoso, y persistentemente seguidor de la libertad y la justicia. No quiero volver a repetírtelo. Deberás convertirte en lo que con tu padre soñamos y anhelamos alguna vez. 

-Lo sé, haré lo posible... Si él estuviese vivo, ¿qué es lo que haría en una situación como ésta? Digo... al tener que decir adiós.

-Ésto no es un adiós pequeño —sonrió mostrando tranquilidad—, aunque sin mentirte: tú padre probablemente me besaría la frente y me diría que soy muy malo por hacerlo sufrir así.  Aunque no dudaría ni un momento de lo capaz que puedo ser en el campo de batalla ¿sabes? y tampoco dejaría de anhelar mi regreso.

El adolescente asintió bastante conforme con las palabras de su padre. Éste indicó que ya era hora de partir y encontrarse con el resto de los guerreros que libraban la batalla en el límite del Imperio.

Yuta vio al Emperador Jung marchar junto a Tae Il, ahora era el joven quien estaba a cargo de todo y eso la aldea no lo sabía.

La ausencia de la figura de excelencia podía dar de qué hablar y traer ciertos conflictos entre la comunidad.

Por eso era mejor que nadie se enterara.

-Heika Ji Sung, ¿requiere de algo especial?

-Sí Yuta, por favor trae a Jae Min, Jung Woo y Chenle al templo. Quiero que se queden aquí mientras mi padre no está.

-Gracias, aunque no tiene por qué hacerlo.

-Son mis amigos, y tu familia. Después de que ellos lleguen; no quiero que las puertas se vuelvan a abrir hasta que vuelva el dueño de este trono.

𝐑𝐲𝐨𝐤ō-𝐬𝐡𝐚 - NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora