D I E C I S É I S

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Dong Young, cada maldito día que admiro la simetría de Ji Sung, veo tu reflejo en él

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Dong Young, cada maldito día que admiro la simetría de Ji Sung, veo tu reflejo en él. Sus facciones, su forma de pensar, de hablar, la armonía que habita en su interior y la calidez de su trato con los niños, la servidumbre, mujeres y ancianos. Me regala de vez en cuando, algunos sermones sabios y de gran aprendizaje, porque es apasionado por la lectura de los antiguos escritos de nuestros antecesores al igual que tú. 

No existe nada que no me recuerde a tu figura, la cual contemplaba demasiado con amor mientras te sentabas afuera del templo a pintar los anchos y duros telares con aquellos óleos que preparabas tú mismo; con tanta pasión y determinación. Por favor, no te preocupes que todavía los guardo y no dejo que nadie se atreva a tocarlos. 

Te perdí instantáneamente, mucho más rápido que lo que tarda una vela consumirse. Pero ahora logro verte nuevamente amado mío, hermoso y radiante como siempre. Espléndido y con el mismo carácter que recordaba. Frágil cuando se trata del amor, pero fuerte y determinado en tus decisiones.

Quince años más tarde vuelvo a ver tu rostro.

Llegaste en el momento justo y preciso, en el momento donde ya estaba por rendirme completamente.

—¡¿Qué significa ésto?!

Jae Hyun estaba furioso, ante semejante provocación de aquel extranjero. Lo reconocía como un heredero Wong, el mayor de los tres hermanos; sentado en su silla de gran importancia dedicándole una mirada irritable, incitándolo al otro a perder el equilibrio, la paciencia y la cordura.

—He tomado tu lugar Jung. Tengo en mis manos todo lo que es tuyo: tu hijo y tu esposo, tu imperio. Ríndete si no quieres que te corte la cabeza, o peor; se la corte a uno de ellos dos —señaló con un movimiento de cabeza. Su relato no era suficientemente verídico para hacer temblar a Jae Hyun, quien visualizó al niño a la zurda del mayor. Era uno de sus tantos aldeanos, y si su memoria no fallaba, vendía flores en las calles junto a otro adolescente. No era Ji Sung el que estaba allí.

—¡Padre! —gritó— haz todo lo que él te diga. Por favor. 

Chenle le dedicó una mirada de carácter cómplice; aunque se sintió un poco irrespetuoso al dirigirse de esa forma al gran Emperador Jung quien parecía haber captado bien la idea. Más tarde interrogaría a ese niño por el paradero de Ji Sung.

—Jae Hyun —escupió con cierto desprecio— nos hemos cruzado una vez sola en nuestras vidas, con ésta son dos, pero vaya que cambiamos demasiado ¿no lo crees? En ese entonces estábamos enceguecidos por el amor adolescente, la promesa de un gran futuro, nuestras raíces extendiéndose a lo largo del territorio y ni todo eso bastó para pagar el precio de la desobediencia ante los planes de los dioses divinos. El castigo fue duro, demasiado duro y a pesar de que no sé qué tipo de pacto has hecho ahora míralo con tus propios ojos; él está aquí... vivo —señaló a Do Young— quisiera hacer lo mismo, pero incrementé mi maldad desde la muerte de mi familia. Nada me los traerá de vuelta lo sé, no sin antes arrepentirme y purificarme. 

𝐑𝐲𝐨𝐤ō-𝐬𝐡𝐚 - NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora