Capítulo 22

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Cion trataba de no morderse las uñas, Sucu siempre se molestaba cuando veía las cutículas levantadas. Pero cuando él iba a la tienda siempre sentía ansiedad.

_ ¿Por qué los niños siguen viniendo aquí?_ pregunto.

Para él todos eran solo niños tratando de jugar un juego que perderían.

En el fondo Sucu y Cion esperaban que él no tuviese razón. Ya habían vivido mucho tiempo en el mundo donde Fantasma tenía razón.

_ ¿Por qué ha pasado dos semanas sin tener fe de vida?_ pregunto Cion.

Cion sacaba la valentía desde el fondo de su estómago. Se sentía pequeño, todo el poder, la gloria que en algún momento tuvo, se había reducido a las sombras que serpenteaban por las paredes como humo brumoso.

Las miraba alargarse y estirar sus brazos y piernas como si fuesen arañas. Eran espesas, lucían pesadas pero a la vez ligeras como agua de alcantarilla. Luego Cion lo miro a él.

Había conocido a demasiados Fantasmas, pero él en particular le molestaba de sobre manera, ningún otro se había atrevido a amenazarlo. Ningún se había atrevido a creerse un dios delante de él.

Fantasma le tiro dos fotografías a la mesa.

_Ahí está tú de fe de vida_ respondió Fantasma.

Cion no las tomo, no quería demostrarle que le importaba pero las miro. Lucía bien y sano, estaba vestido con un pijama amarillo pálido que lo cubría por completo. Había colocado la portada de una revista para niños con la fecha de hoy sobre él. Estaba dormido, tan sereno que revivió la ira y el miedo de Cion.

_He escuchado que otros niños han desaparecido ¿Ya tienes todo para el ritual?_ aventuro Cion.

_No hasta que me protejas de las consecuencias.

_Yo solo estoy para cumplir tus deseos, el precio que debas pagar es cosa tuya_ vocifero Cion.

_No voy a terminar como el resto de mi familia.

_ ¿Por qué crees que es diferente esta vez?_ pregunto Cion.

_Porque tengo a tu hijo.

Cion no respondió. Había pasado demasiado tiempo con todos los Fantasmas como para saber que era mejor guárdese cosas. Después de todo, él no controlaba el karma. Espero a que le diera su última instrucción y saliera de la tienda, las sombras se revolvieron dentro de las paredes, por un segundo parecía que la tienda entera se había vuelto líquida.

***

Caroline miraba la sangre de su muñeca bajar, solo había hecho una pequeña línea horizontal. Desde que una cortada vertical la llevo de emergencia al hospital supo que no debía volverla a hacerla así, y que las muñecas se cortaban con más facilidad de lo que parecía. Había algo en el escozor de la piel, en el color rojo de la sangre que hacía que Caroline se sintiese mejor.

Lo último que siempre recordaba de Patrick no era su rostro, ni su sonrisa, ni si quiera recordaba como lucía su cabello húmedo por el agua de la piscina. El último recuerdo verdaderamente vivo era de la sangre de Patrick cubriéndola.

Miro hacia su derecha. Le había colocado el cinturón de seguridad para que su cuerpo no se moviese ni se golpeara cuando conducía.

Su cabello estaba largo y ella estaba segura que podía hacerles tranzas. En una de las tantas veces que Patrick la llevaba y se drogaban, ella había querido hacerle tranzas pero él jamás se dejó.

Caroline noto que comenzaba a moverse, para ella aún no era el momento; no habían llegado.

La jeringa ya estaba preparada. Detuvo el carro a mitad de la calle, y tomo su pequeño brazo.

Caroline había olvidado seguir pisando el freno y el auto avanzó tan lento que ella lo sintió como si fuese la marea suave de una laguna.

Palmo sus venas, había pasado tanto tiempo inyectándose a sí misma que le asombró no poder encontrarlas tan fácilmente. Las venas de un niño eran sorprendentemente más pequeñas.

Se tomó su tiempo. El auto se detuvo por completo cuando la pendiente termino y Caroline pincho el interior del codo hasta que el enrojecimiento le dejo ver con más claridad. La vena era un bulto flexible y Caroline solo tuvo que dar un pequeño pinchazo.

Empujo el líquido lentamente, y la boca se humedeció de excitación. Sabía lo bien que se sentía aquello, sabía que primero venía un punto de relajación tan alto que parecía que flotaba en el aire, y luego, como si nada pudiese sostenerte, eras arrojado a todo un revoltijo de oscuridad y paz.

Caroline guardo la jeringa y acaricio los cabellos negros del niño mientras su cuerpo volvía a quedarse quieto.

La sangre corrió por sus muñecas y tiño de rojo oscuro su cabello negro.

_Ya estamos cerca. Seremos buenos amigos Harry.

Sombra Roja (Trilogía Fantasma libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora