Dragones Gemelos

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La hermosa joven nunca habría imaginado que algo interesante podría ocurrirle ese día. Al abandonar su puesto de trabajo en el hospital sus pasos la llevaron directamente a su nuevo apartamento, donde había empezado a vivir independiente de sus padres, siguiendo la misma aburrida rutina de todos los días.

Estaba a punto de acostarse a dormir luego de haberse colocado una cómoda franela de algodón, no quiso usar el pantalón de su pijama ese día, aquella prenda era más que suficiente para ella, cómoda, ancha y que llegaba hasta la mitad de sus piernas, no necesitaba el pantalón; por otro lado su calefacción y su abultado edredón era suficiente para calentarla en esos tiempos de invierno menguante.

Peinaba su sedoso cabello rosado cuando escuchó un ruido cerca de la ventana que le provocó un sobresalto, al asomarse se llevó una gran sorpresa pues aquel taciturno hombre la observaba con su usual expresión de indiferencia reflejada en su pálido rostro.

-- ¡Sasuke! -- Expresó incrédula sintiendo como todo su cuerpo reaccionaba ante su presencia magnética, siempre había sido así.

Sabía que el Uchiha había regresado de su viaje sin embargo nunca pensó verlo tan pronto, mucho menos en su balcón.

-- ¿Puedo pasar? -- Preguntó el azabache con aquella profunda voz provocando otro violento latido en su acelerado corazón. Preguntaba por mera cortesía ya que ella nunca lo había rechazado.

-- ¡Ah, Sí! claro, por supuesto, entra... -- Comentó ella sintiéndose un poco tímida y retraída debido a su despreocupado aspecto pero realmente no le importó estar vestida así, él estaba aquí y eso era todo lo que importaba.

La última vez que vió al pelinegro había sido casi medio año atrás, su encuentro aquella vez fue más que desconcertante pero el hecho de que se hubiese aparecido en su apartamento significaba que tal vez... ¿Acaso él también la había extrañado? Realmente quería creer eso.

Sasuke se quitó la capa, sintiéndose agotado por el viaje y sinceramente desconcertado, no sabía bien porqué había ido a verla. Bien, en realidad tenía una idea de la razón.

Al llegar fue primero a visitar su antiguo hogar. Recorrer aquellas calles abandonadas, cruzar la puerta de la vieja mansión, dejar una humilde ofrenda en el monumento conmemorativo que había hecho para su familia, respirar aquel aire, ... Todo aquello le dejó un infinito sentimiento de soledad y nostalgia, no quería sentirse así. Aquellas sensaciones eran precisamente parte de las razones por las cuales no se quedaba en la aldea demasiado tiempo, aquel lugar era un recuerdo constante de todo lo que había perdido.

Sin embargo, había acordado con Kakashi que asistiría a una reunión con él cada seis meses, a menos que requiriera de su presencia de manera urgente. Su traición había sido perdonada, no obstante la vida que le quedaba no le alcanzaría para enmendar los muchos pecados que había cometido en el pasado.

Esperaba al menos ir enmendando parte del daño que había cometido trabajando en favor de la Aldea desde las sombras. Era el acuerdo al que había llegado con el Hokage. Viajaba por todo el país cumpliendo las misiones que este le encomendaba.

Era un errante y a medida que pasaba el tiempo sentía como aquel sentimiento de inconformidad crecía en él. No podía evitar pensar que vagaba sin rumbo porque no tenía un verdadero propósito el cuál seguir.

Se alejó del antiguo sector que pertenecía al Clan Uchiha para ir a ver a su amigo Naruto. El escandaloso rubio siempre buscaba la manera de hacerlo sentir en casa aunque no tenía un hogar. Extrañamente no lo encontró en su apartamento por lo que se dirigió hacia el otro lugar donde seguramente estaría.