Cuando despierto, mi madre y mi padre están desayunando juntos. Christian va subiendo las escaleras, así que me lo encuentro a medio camino. Me hace una seña de saludo mientras entra casi corriendo al baño.
En cuanto hago acto de presencia, la charla de mis padres se interrumpe, intercambian una mirada y posteriormente adoptan una posición erguida. Eso es raro, no me siento cómoda con la vista de ambos clavada en mí.
―Brisa, por favor siéntate ―dice mi padre con voz severa, pero tranquila―. Necesitamos hablar contigo.
Si esto se trata del video y la consecuente participación en el juicio, puedo entenderlo. Sinceramente, me sorprende que el regaño no llegara desde antes. Estuve agradecida por haber tenido unos días de paz, la verdad, ni ellos ni yo discutiríamos durante mi estancia en el hospital. Y ahora es momento de aclarar todo.
―Me enteré de tu participación en el juicio ―explica mi madre, no se ve enojada, no sé si tomarlo como una buena señal―. El chistecito del video llegó más lejos, Brisa. Yo no estoy en contra de que testifiques, pero estoy en contra de que nos mientas.
No fue una mentira, fue una omisión. Aunque, ciertamente, existen las mentiras por omisión. Ahora dice que no está en contra de que testifique, pero de haberle pedido permiso, la respuesta habría sido negativa. Estoy segura.
―Tienes que avisar, ese día estuve ahí por suerte, pero ¿qué tal si no? ―vaya, empezaron las lecciones de vida―. Además, el abogado de ese chico Alfredo ha armado mucho revuelo, no conviene que te juntes con gente así ―sube el tono de voz, comienza a enojarse―. Quiero que retires tus videos de internet inmediatamente ―sabía que la madre enfadada aparecería tarde o temprano―. ¿No pensaste en tu reputación? ¿En la pobre chica a la que acusaste de lesbianismo? Tienes suerte de que el doctor no levante una denuncia por el robo a la receta.
Aguanta. No acusé a nadie. Relaté los sucesos tal cual acontecieron, a Joelle no le gustan los hombres, es un hecho. Y sí, que una loca que graba videos sea quien grite al mundo que eres homosexual está de la mierda, pero no fue mi culpa. Además, ¿mi madre cree que lo inventé?
―No fue una acusación, todo lo que relato fue real ―al ver el rostro de mi madre adquirir una expresión de desconcierto, casi río―. Sí, besé a una chica, sí me gustó Joelle―papá está tranquilo, pero aparta la mirada―. Y devolví la receta, así que...solo la devolví.
Me levanto de la mesa entre enojada, sentida y algo cohibida. No puedo creer que hayan visto los videos, fue una invasión a mi privacidad. Desde que otra persona se adueñó de mi USB, se inmiscuyeron en mi intimidad, pero un desconocido me puede juzgar y no me va a importar, además da igual que sepan si me besé con Fabrizio o con Joelle, pero que mis padres lo sepan es más de lo que puedo soportar. Si se enteran de lo de David, será vergonzoso, pero no se compara con lo que ocurriría si se enteran sobre Abel. Además del daño que causaría en Abel.
―Les recuerdo que no era mi intención que se supiera, era privado, pero alguien robó los videos y los subió, hasta que no descubra quién lo hizo, no puedo hacer nada.
Me cruzo de brazos y entonces se me ocurre una brillante idea.
―Tú eres abogada, debes conocer a alguien que sepa de computadoras ―las mejillas de mi madre adquieren un tono rojizo―. ¿Por qué no le pides que rastreé a quien los está subiendo?
―No es legal, a menos que se trate de un crimen.
Así es, entonces que deje de molestarme. Casi pareciera que creen que estoy contenta con la situación. Lo único que quería era unos últimos meses tranquilos, pero terminaron siendo los meses más descabellados de mi vida.
ESTÁS LEYENDO
Cómo declararte a tu crush...sin morir en el intento
Novela JuvenilBrisa Galetto junto con sus compañeros de la preparatoria deciden, en su último año, hacer una cápsula del tiempo en la que guardarán algún objeto personal con el fin de que veinte años después, los alumnos de último año encuentren la cápsula y pued...