Capítulo 13

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"A veces confundes amistad con amor y es normal, pero cuando no existe la amistad, es más fácil detectar que lo que sientes es amor. Y lo sabía, pero la dejé ir porque fui un cobarde.

La brisa fija el rumbo hacia tierra firme; al estar en el vasto océano con la única compañía del agua salada y el cielo, la brisa te guía a lo seguro. Porque un marinero es feliz rodeado de mar; vive la libertad, la aventura y se desahoga. No hay ataduras, no hay límites; pero es necesario tener un ancla para no perderse a la deriva; es necesario tener un seguro: algo a qué volver.

Y no me di cuenta a tiempo de que ella era mi Brisa, la que me anclaba a lo seguro. Tan embelesado estaba con la vida caótica, desenfrenada y libertina que, a pesar de que una parte de mí sabía que me alejaba de la tierra firme cada vez más, me dejé llevar. Un compromiso no es una atadura, es un pacto voluntario que se convierte en un trabajo diario y en ese momento no quise aceptarlo. Sabemos que el amor es un trabajo de dos, para hacerlo funcionar hay que esforzarse y disfrutar, si alguien no pone de su parte, el lazo se rompe y se quiebran las partes. Y cuando algo se rompe, por mucho que lo arreglen, jamás queda igual.

Tuve miedo de comprometerme, tuve miedo de abrir puertas que recién había cerrado. Vivir sin contención es tan tentador como la heroína para un rehabilitado. Y es que te vuelves adicto a las fiestas, a una chica diferente cada vez, a hacer lo que te venga en gana sin preocuparte por si lastimas a alguien. Porque un compromiso exige responsabilidad y a veces uno no tiene la madurez para acatar las reglas.

He sufrido experiencias desagradables de distintos noviazgos; cuando no contamos con la madurez necesaria, creemos que el amor se reduce a los besos, a las peleas y a la reconciliación con sexo. Es mucho más, se trata de alegrarte por los logros de esa persona, de aceptar sus errores y enamorarse de sus defectos. Es entender que la perfección no existe, pero que se tiene toda una vida para intentarlo, aunque al final, tal vez no se pueda lograr. Y en mis anteriores noviazgos no tuve algo de eso; se reducía a querer controlarnos, celarnos, manipularnos, aunque a simple vista no lo pareciera. Estaba tan cansado de ello que, al presentarse una nueva oportunidad, la repelí porque mi época de libertad empezaba y no estaba dispuesto a dejarla.

Y le fallé, me alejé por mi bien y el suyo. Ella me guiaba a lo seguro y yo buscaba aventurarme a lo desconocido. Y lo disfruté tanto, me perdí en la inmensidad de los placeres, que no me fijé en si tratando de proteger, también lastimaba. Pero también es necesario pues a veces para proteger, se debe herir porque el dolor que se podría causar sería mucho mayor.

Repudí a mi guía, rechacé a mi Brisa y ahora que me di cuenta del error, ya es demasiado tarde.

Siempre caminaba con la mirada más allá de todos, en algún punto lejano que solo ella podía comprender. Era poco habladora, pero sabía escuchar y con base en su interés, decidía aportar. Tenía un aura misteriosa, era tentador acercarse a ella para descubrirla a más profundidad. Casi no reía, pero cuando escuchaba su risa agradable como la de un ángel, sonreía espontáneamente. Una simple mirada o alguna palabra era capaz de alegrarme. Era lo que necesitaba, pero que en ese momento no añoraba. Nunca creí la frase de la persona correcta en el momento equivocado, hasta que recibí esa llamada. La que marcó el fin de lo que implícitamente teníamos.

Y ahora que me enteré de ello, ahora que sé lo que ella está..."

De acuerdo, es demasiado, leí de más y ahora no quiero saber lo que viene. Aun tengo fresco el suceso del que habla; bueno, no tan fresco, pero sé a qué se refiere con "la llamada". Trago saliva y miro a mi alrededor. Nadie me observa, paso desapercibida. Quito de la pantalla el ensayo de David y me centro en los ensayos que restan.

Cómo declararte a tu crush...sin morir en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora