Capítulo 20

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Mi madre es abogada, he vivido escuchando charlas sobre los tribunales, argumentos, criminales y demás cosas que en realidad nunca me interesaron. Sin embargo, sé que los testigos son válidos, pero lo que más pesa es la evidencia física. Todas las pruebas que hacen los forenses son más importantes que el testimonio de alguien que vio algo.

Y me ha quedado claro que el juicio de Alfredo se basa más que nada en testimonios. No me siento preparada, aunque ensayara mil veces más las respuestas, no me sentiría más preparada, pero eso no significa que esté más que lista para cagarla. Soy tan experta en eso que ya me apodan la paloma.

Demi es muy linda y me da palabras de ánimo, pero no logro calmarme por más que lo intento. Estoy tan nerviosa que las piernas me tiemblan, no se diga el cuello y los brazos. Una parte de mí está aterrada por lo que me depara el juicio, pero otra parte se siente ofuscada por la idea de que mi madre haya ido al tribunal hoy y me la vaya a encontrar.

La sala es pequeña, hay bancas dispuestas de manera horizontal y más adelante hay más bancos individuales. Calculo que la sala tiene aforo para veinte personas, pero ya es exageración. Cuando entramos, Alfredo, el abogado, Fabrizio y el otro abogado ya están presentes. Veo algunos jugadores de americano sentados en las bancas de enfrente, antes de que alguien note mi presencia, hace aparición el juez y todos prestan atención hacia adelante.

Algo que me tranquiliza del país, es el hecho de que el destino de los acusados está en manos de los jueces; gente experta que ha estudiado, que se ha preparado y que tiene la capacidad (aparentemente), de tomar decisiones correctas. O al menos lo más justas posibles. Aquí no hay jurados con gente que posiblemente tiene cosas más importantes de las que preocuparse, cuyas tareas opacan la importancia del juicio y que son fácilmente manipulables.

El juicio inició por la mañana, justamente a las nueve, pero a mí me citaron a esta hora porque mi única función es declarar.

Los juicios orales son nuevos, apenas aparecen en esta democracia. Hace apenas dos años todo se reducía a papeleo, abogados y declaraciones firmadas. Ahora tenemos la posibilidad de hacer todo en tiempo real, lo cual seguramente es bueno para los abogados y acusado, pero no para los testigos como yo. Estaría mil veces más cómoda si solo firmara un papel, pero ahora firmé el papel y tengo que decirlo frente a todos.

Cuando el abogado de Alfredo dice mi nombre y me pide pasar al estrado, me levanto por inercia, camino sin mirar atrás e intento no detenerme, dar media vuelta y escapar. Siento las miradas de los compañeros de equipo de Fabrizio clavadas en la espalda, siento la tensión en el ambiente y casi me imagino que habrá burlas. Por suerte, el silencio me acompaña en el camino hacia el estrado. El juez es hombre, tiene unos ojos oscuros que parecen analizarme y tiene todo el porte de alguien regio. No me da miedo, solo me impone.

Una vez que estoy sentada, me acomodo y trago saliva. Desde que el video de mis crush salió a la luz, soy el centro de atención muchas veces, ya no paso desapercibida y definitivamente soy objeto de susurros y risas. Me acostumbré y no me importó, pero estar frente a todas estas personas es algo muy distinto y las ganas de que me trague la tierra son tan grandes como mis ganas de una malteada de cajeta.

―Señorita Galetto, usted firmó una declaración en la que describió con exactitud los hechos ocurridos el viernes diez de agosto del dos mil dieciocho ―mi pulso se incrementa, un hormigueo incómodo y punzante me recorre―. ¿Puede decirnos dónde estaba ese día?

―En la escuela, era el primer partido de fútbol del ciclo escolar.

―¿Estuvo todo el partido?

―Sí, nunca fui admiradora del fútbol ―mi voz es apenas un hilo, trato de hablar más fuerte―, pero me quedé hasta el final.

Siento la mirada del juez sobre mí, no sé qué intenta lograr con eso, pero intimidada ya estoy. Jugueteo con mis dedos con nerviosismo, intento mirar únicamente hacia el abogado.

Cómo declararte a tu crush...sin morir en el intentoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora