Lo primero que veo es la brillante luz de la lámpara que está en el techo, tengo que parpadear muchas veces para acostumbrarme. La única vez que me desmayé tenía a mis padres conmigo y ellos se encargaron de que no me hiciera daño, pero esta vez estaba sola, así que el golpe fue duro. La peor parte se la llevó la pierna derecha, pues apenas la muevo y siento un latigazo subir hasta el abdomen. El aroma a alcohol inunda mis fosas nasales, nunca me he puesto tan borracha como para perder la memoria, pero este olor me recuerda la vez que desperté con cruda.
―Pensé que era invento tuyo ―reconozco la voz de David―. No creí que fuera a servir.
La vergüenza se apodera de mi rostro y siento el calor subir lentamente hacia las mejillas, no estoy en mi mejor momento, seguro me veo como moribunda y David está aquí. Santa papaya, qué pena.
―Es que eres pendejo ―el rostro de Estela aparece en mi campo de visión, pasa su mano por encima de mis ojos―. Mi abuela es de pueblo, se sabe algunos remedios caseros.
Alcanzo a ver que tiene una botella de alcohol etílico tipo las que venden en las farmacias, gira la tapa azul hasta que logra cerrarla. Alguna vez en mi vida escuché el rumor de que si alguien se desmaya y le pones alcohol para que inhale, se despertará, pero concuerdo con David; no creí que fuera real.
―¿Está bien? ―una chica se asoma por encima de Estela, es de natación―. Se ve muy pálida.
―Se desmayó, claro que está pálida ―Estela vuelve su atención a mí―. ¡Hey! Di algo para que estos dejen de preocuparse.
¿Qué se dice en estas circunstancias? He visto en películas que siempre que alguien recobra el conocimiento pregunta: "¿Qué pasó?" Pero es obvio que me desmayé, tampoco quiero sonar ridícula.
―¿Sabías que la inicial del amor de tu vida está en tu pulgar izquierdo?
Estela frunce el ceño y parpadea, voltea a ver a alguien que está más allá de mí.
―Tal vez se pegó en la cabeza.
Me levanto con los antebrazos y respiro amplias bocanadas de aire, es lo que necesitaba para aclarar la mente. Hay dos chicas además de Estela, una de ellas revisa con atención su pulgar izquierdo, pero lo está haciendo mal.
―Está en el dorso del dedo ―le muestro con el mío―. Se supone que está en las arruguitas.
Reviso el mío para poner el ejemplo, pero ya sé lo que encontraré: Nada. Cuando descubrí, gracias a una enfermera joven, ese dato curioso, me sorprendí al no encontrar ni un intento de letra, en cambio, en el pulgar de la enfermera se veía a la perfección una A. En mi hermano se vio una T y en Demi creo que era una R o una F, nunca supimos. Es una tontería, lo sé, pero fue divertido en su momento.
―Creo que es una V ―la chica de la derecha le pone el dedo en la cara a la otra―. ¿Será Vladimir?
Estela suelta una carcajada burlona y revisa ella misma su dedo.
―Creo que es una R, no estoy segura ―me mira y sonríe, es casi agradable, luego alza la vista―. ¿Y tú, menso? ¿Quién es el amor de tu vida?
Giro la cabeza hacia la dirección de la mirada de Estela y me encuentro con David; alto, fornido, atractivo, parece querer volverse uno con el piso y desaparecer. Inconscientemente esconde su mano izquierda atrás de él.
―No sé, no vi.
Pero para eso está Estela quien se levanta de un salto y corre hacia David. El chico quiere evitar a toda costa que lo revise, pero Estela es rápida y le gana.
―No sé, parece una B o ¿M? ―la chica entrecierra los ojos y aprovecho para levantarme―. Ja, ja. Deja que Mirna se entere de esto.
Quiero pensar que Mirna es la novia de David, aquella chica guapa que no se despegaba de él en la fiesta de Jafet. Ya me siento mucho mejor, conservo el equilibrio y no hay rastros de mareo. Necesito ingerir glucosa, me voy a tomar un vaso de refresco, la vieja confiable.
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Cómo declararte a tu crush...sin morir en el intento
Teen FictionBrisa Galetto junto con sus compañeros de la preparatoria deciden, en su último año, hacer una cápsula del tiempo en la que guardarán algún objeto personal con el fin de que veinte años después, los alumnos de último año encuentren la cápsula y pued...