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55 —
Discípulo de la 
destrucción. 
ノ宇緯ニ

" Títulos bien merecidos y muertos que no resucitarán.
Las leyendas son defienden hasta que hayamos tomado el control.
Oh, tal vez es culpa mía si el Imperio muere."

Los ojos como la noche de Meliodas por fin se apartaron del herido y maltratado rostro de la inconsciente azabache, quien había sucumbido después de demasiado tiempo a la gravedad de sus heridas.

El rubio sin camiseta y pantalón casi destrozado, miro su mano libre, en la cual se encontraba su espada, de manera curiosa, dándole vueltas en su grande mano. Luego, escuchando los gritos de dolor de Guila por la falta de su mano, alzó su espada, bajándola segundos después. Fue un misero movimiento, pero aún así, el poder procedente de ese ataque creó una gran fisura en el suelo, la cual hizo que Guila y Jericho salieran disparadas hacia ambos lados, heridas y sin poder defenderse.

– ¡Tienes que estar bromeando!– Exclamó Jericho, parando su caída con sus articulaciones, soltando una maldición por lo difícil que le fue quedarse quieta– ¿¡Todo ese poder en un instante!?– Extrañamente, algo chocó con ella, dando la horrorosa casualidad que era la mano cortada de su tirada compañera unos metros atrás de ella.

Jericho corrió hacia ella con rapidez, tirandose encima de ella, quien parecía estar inconsciente por la falta de sangre, y seguramente no le faltaría mucho para morir de eso mismo. Con un rápido movimiento, saco del broche en su cuello una pequeña orbe de color verdosa y con una runa grabada en esta misma, tirándola al suelo mientras unía la mano con la muñeca de la azabache, una aura cálida y verdosa hizo un gran círculo sobre ellas, curando sus heridas casi al instante y uniendo de manera milagrosa la parte cortada con su cuerpo, regenerando tejidos y venas a su paso.

Guila comenzó a despertar, saltando en su sitio de repente, moviendo su mano al volver a sentirla. Pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, el preocupado rostro de Jericho apareció en su campo de visión.

– ¡Así no se supone que tenía que ser!– Exclamó– ¡Pensé que era realmente difícil destruir el Ámbar de las Diosas!–

Mientras tanto, Meliodas parpadeó, observando la escena, ni siquiera se movió de su sitio, no dio ni un solo paso en todo ese tiempo. Pero, con suavidad, se dio la vuelta, comenzando a caminar unos pasos hasta una gran y desmoronada roca. Apretando el agarre en la cadera de su contraria, con su otra mano y sin soltar su espada, elevó con cuidado sus piernas, miro la doblez que toda su pierna izquierda mostraba, seguramente el hueso se había salido de su sitio.
Se comenzó a agachar, con un extremo cuidado y suavidad, apoyó la espalda de la inconsciente azabache en la roca, dejándola ahí durante unos segundos antes de apartarse un poco de ella. La mano libre de Meliodas se acercó al rostro cabizbajo de ella, apartando algunos mechones negros de su rostro hasta colocarlos detrás de su oreja.

La cabeza de Meliodas se inclinó hacia un lado unos segundos sin separar su mirada y pasando sus dedos una y otra vez sobre los revoltosos mechones de ella.

– Es como la hipótesis del Maestro Helbram...– Murmuró para sí misma Guila, pero llamando la atención de Jericho con eso– Que Meliodas de los Siete Pecados Capitales es un ser humano que adquirió el poder de la sangre de Demonio. Igual que nosotras... Y que él fue el primero en descubrirla y adquirirla.–

◖ 𝘚𝘐𝘕𝘕𝘌𝘙 ◗ - 𝙉𝙖𝙣𝙖𝙩𝙨𝙪 𝙉𝙤 𝙏𝙖𝙞𝙯𝙖𝙞 -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora