Parte diesiete

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Evan había enviado mi historia directamente a Stella, que no tardaría en publicarla en el transcurso de la mañana, así que por el momento no debía ir a la oficina por primera vez en mucho tiempo. Volví a casa alrededor de las nueve de la mañana, aún con las pijamas de la noche anterior, aún tenía que hacer un par de cosas antes de ir al aeropuerto por Elena. Debía prepararme para cuando la noticia saliera a la luz del sol, que ahora mismo estaba siendo tendencia en redes sociales, realmente esperaba que les gustara a la mayoría tanto como a mi me había gustado. Después de ducharme revise todos los mensajes que Chloe me había enviando, eran un puñado de fotografías de nosotros en el bar, incluso unas cuantas fotos en el escenario cantando, para ser sincera no recordaba el momento en que nos habíamos tomado esas fotografías, pero estaba encantada de tener pruebas de esa noche.
Espere a Sam afuera de la casa por veinte minutos, estaba segura de que otra vez se había quedado dormido, y si no aparecía en cinco minutos llegaríamos tarde a recibir a Elena, que en este momento debía estar destrozada, su caso se había desmoronado frente a sus ojos, el juez nombro inocentes a los dos traficantes, pero las personas se habían dividido en dos grupos, lo que creían que esa era la decisión correcta y los que culpaban a mi mejor amiga, por dejar libre a dos traficantes de drogas, ahora debía apoyarla justo como ella lo había hecho conmigo. Justo lo había leído en mi camino a casa esta mañana.

—Creí que tendría que entrar a sacarte del pelo.

—Deja de regañarme y démonos prisa llegaremos tarde al aeropuerto por tu culpa.

—¿Por mi culpa?

Antes de poder golpearlo con mi bolso Sam salió corriendo hasta su auto. Alcance a dormir un poco en el viaje hasta el aeropuerto, solo había podido dormir un par de horas sin recuperarme al cien por ciento, cuando abrí los ojos no pude enviar sonreír, mi mente no dejaba de recordarme todo lo que había pasado, por suerte logré recodar la mayoría de las cosas, o al menos las que eran importantes, por alguna razón no quería dejar de sentirme así, aunque era inevitable que el sentimiento se esfumara, ahora intentaba alargarlo con todas mis fuerzas. Sam se había detenido en el camino para comprar un ramo de girasoles, las flores favoritas de Elena, esperamos pacientes en el aeropuerto hasta que por fin logramos verla, me puse de puntillas y sacudí mis manos en el aire llamando su atención .

—¡Elena por aquí!

Ella se detuvo a unos metros de nosotros, con toda una multitud a su alrededor, comencé a tener un mal presentimiento, Elena se cubrió el rostro con una mano, toda la felicidad que sentía por verla desapareció en un instante y por alguna razón se había intercambiado por una profunda preocupación, comencé a correr en su dirección hasta llegar a ella, que sujetaba la maleta con fuerza para no dejarse caer, Elena cubría su rostro lleno de lágrimas, la abracé con todas mis fuerzas mientras ella lloraba en mi hombro, sentía como el corazón se me estrujaba con solo escucharla llorar, pero ella no estaba sola, nos tenía a nosotros e íbamos a superar esto como siempre lo hacíamos.
Nos alejamos un poco para darle aire, Lena se limpió las lágrimas de su rostro, probablemente había llorado en el avión porque sus ojos estaban rojos, a igual que su perfilada nariz.

—¿Pueden llevarme a casa? —dijo con sus ojos cristalinos.

Ambas viajamos en la parte de atrás del auto, no pensaba despegarme ni un solo segundo de su lado, no podía imaginar como se sentía en este momento, había conocido a Elena en el instituto hace muchos años, ella era la más inteligente del salón, la más perfeccionista, y yo era la desordenada que siempre solía llegar tarde, aunque éramos totalmente diferentes me atreví a hablarle una tarde de invierno, nuestros padres habían tardado en recogernos del instituto y nos habíamos quedado solas esperándolos, aunque al principio fue difícil conseguir que ella me hablara, con el tiempo nos hicimos amigas, era divertido debido a que yo siempre le causaba dolores de cabeza y ella siempre intentaba enseñarme a ser ordenada y responsable, pasamos tanto tiempo juntas que nos volvimos inseparables, solíamos hacer todo juntas y de no ser por su insistencia habría abandonado la escritura en mi segundo año, pero ella siempre me impulsaba a ser mejor. Después de un tiempo descubrí que su vida no era tan fácil como creía, su madre era una adicta a los medicamentos y su padre viajaba tanto que no le importaba su familia, y justo aquella tarde cuando nos conocimos, su madre había olvidado pasar por ella, durante ese invierno su madre no fue por ella ni un solo día, y cuando su padre enviaba el dinero suficiente a casa, ella lo gastaba todo en sus adiciones dejando a su hija, sin dinero para el almuerzo o el autobús, ese inverno mi madre nos llevaba a las dos al instituto y de vuelta a la casa, ahora preparaba dos almuerzo y se preocupaba por su nueva hija. Elena siempre había cuidado de mi, cuando en realidad ella era la que necesitaba ayuda, desde entonces siempre estuviésemos juntas y juré que jamás la dejaría sola, como sus padres lo habían hecho con ella, cuando más los necesitaba.
Cuando llegamos a casa de Lena, intentamos hacerla sentir lo más cómoda posible, la lleve a que se cambiara la ropa por una más cómoda, mientras Sam preparaba un té para calmar sus nervios, los tres nos sentamos en el sillón, mientras ella buscaba las palabras necesarias para hablarnos.

Eres tú otra vez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora