Parte cuarenta y nueve

21 5 0
                                    

Suspire con fuerza en un tercer intento por llamar su atención, a pesar de estar acostada sobre su cuerpo, y aunque su mano estuviera jugando con la mía, mientras que con la otra sostenía el libro que leía en silencio. Evan dejó el libro en la mesa junto al sillón, al igual que su mano dejó de buscarme.

—Es la tercera vez que suspiras en menos de un minuto, así que o estás aburrida o quieres decirme algo.

Había pasado una semana desde aquella noche, la noche en que Evan me había dicho que me amaba, y desde entonces no me había alejado de su lado. Esa misma noche volvimos a su casa envuelta en la oscuridad, y aunque solo fue por un segundo antes de subir a la habitación, pude ver de lo qué Dylan había hablado, la sala estaba llena de pequeños pedazos de vidrio, que debieron haberse quebrado de una de las botellas en la mesa, incluso me había dado miedo pasar por la sala en ese entonces. Al día siguiente intenté ir a casa para ducharme, pero al despertar no hubo necesidad de hacerlo, Evan me mostró todo lo que había comprado para mi, en un armario que ahora nos pertenecía a los dos. Solo faltaban traer un par de cosas de casa, para empezar a vivir aquí de manera oficial y aunque todo estaba listo, Sam seguía sin tener idea de que me mudaría.

—Tengo una pequeña duda — me di vuelta para estar frente a él — aquella noche había un desastre en la sala, pero al despertar todo estaba como si nada hubiera pasado y se que tú no lo bajaste a limpiarlo.

—Dylan me hizo el favor de venir a hacerlo.

—¿Acaso lo llamaste en la madrugada? — grite sorprendida.

—Si, no le veo nada de malo, el vino al rededor de las tres de la mañana cuando te quedaste dormida.

—¿Le dijiste que yo estaba en tu habitación?

—Por supuesto, le dije que te habías quedado dormida después de que no pudiste quitarme las manos de encima mientras hacíamos el...

—¡No puedo creer que le hayas dicho eso!

Me senté para alejarme de él mientras sentía mi rostro caliente, lleno de vergüenza extrema. Escuché la risa de Evan ante mi reacción.

—¿Desde cuando te importa lo que Dylan piense?

—Desde que somos amigos, él mostró un interés en ayudarme, y ahora somos grandes amigos, de hecho deberías estar celoso.

—Jamás podría estar celoso de su relación, de hecho en alegra de que sean amigos y no rivales como antes.

—¿Estas diciendo que no soy lo suficientemente hermosa para que me celes con alguien?

Evan rodeó los ojos antes de acercarse tan cerca de mi rostro como se lo permití, él sonrió divertido antes de decir.

—Dylan lleva tres años casado con la mejor amiga de Maggie, por eso no podría celarte con él, pero si fuera cualquier hombre podría arrancarle la cabeza, si se te queda mirando por más de dos segundos.

Solo asentí con la cabeza sorprendida por esa noticia, jamás me importó investigar demasiado a Dylan como para saber que estaba casado, a pesar de ser de nuestra misma edad. ¿Como era posible que el estuviera casado, si teníamos la misma edad? nunca
habia pensado en casarme, no era como las otras niñas que soñaban con un vestido de novias, ni con una gran boda con el amor de su vida. Simplemente jamás cruzó por mi mente esa ridícula idea, pero ahora por alguna razón la idea llamo mi atención.

—¿En que estás pensando?

Cuando volví mi cabeza hacia esa voz él estaba tan cerca de mí que me asusto, me levante del sillón para tomar un poco de aire, esa idea me había dejado aún más distraída que antes. Además tenía que huir antes de que me preguntara una segunda vez por lo que estaba pensado, y no quería abrumarlo con la idea.

Eres tú otra vez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora