45. How deep is your love

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Your love, how deep is your love?
I really need to learn 'cause we're living in a world of fools
Breaking us down when they all should let us be
We belong to you and me
Take That


La fiesta de cumpleaños va a parecer una boda, pienso en un momento del día al ver tanto movimiento por la casa y cómo Alex persigue a todo el mundo con una libreta en la mano. Shannon Luciano se suma a la tarea y recuerdo su evento en Puerto Madero. Ha sido un fiestón, comparado con las reuniones a las que yo estaba acostumbrada a asistir, y supongo que el cumpleaños de los mellizos amerita toda esta organización y quizás más.

Barry también va y viene, mechando pequeñas tareas que su hermana le asigna y trabajando por Skype con Liam, Alice y la gente de marketing. En cierta forma es un alivio, porque he amanecido bastante incómoda y molesta conmigo misma por no haber sido capaz de responder a sus fuertes palabras. Y, al parecer, él ha decidido no ejercer presión y dejarme procesar mi propio infierno sin meterse demasiado.

En varias ocasiones trato de compensar con actos cariñosos mi incapacidad de expresar amor. Pero solo logro accionar de manera torpe y hasta un poco violenta. Barry responde a mis inseguros intentos de acariciarlo o de darle un abrazo allanándome el camino: toma el control de la situación y me despega del suelo de un beso o me aprieta entre sus brazos, como si quisiera convencerme de que todo está bien, de que no ha pasado nada.

Pero yo siento que no es así. Siento que es forzado e incómodo. Y que, para que Barry Brown no mencione el tema abiertamente para gestionarlo y sacarlo de en medio como hace con todo, algo está enrarecido. O no se siente seguro. O no le importa en absoluto. Y ninguna de esas opciones me hace sentir mejor.

Poco a poco comienzo a sentirme más y más malhumorada y cuando lo único que percibo en mí son las ganas de desaparecer, llamo a la puerta de James. Me recibe con un libro en la mano. Ha puesto uno de sus enormes dedos señalando donde va leyendo y muevo la cabeza para tratar de leer el título. El padrino, de Mario Puzo. Tan atinado, pienso.

—Me encanta —digo señalando el libro y me encojo de hombros—. No quería molestarte, vuelvo después.

—No me molestas. Dime.

—Pensaba ir a manejar.

James asiente y vuelve a entrar en su sala para dejar el libro sobre la mesa auxiliar. Me malcría. O quizás es capaz de percibir mi calamitoso estado interno.

—Andando.

Esta vez la clase es distinta. James saca el Audi del garaje, lo estaciona en el camino de grava y se baja para intercambiar lugares. No llega a ponerse el cinturón que ya he arrancado, segura de pura rabia que tengo: desaparecen los temores y el paralizante sobreanálisis de mis movimientos y de los efectos que puedan tener.

—Muy bien. Decisión. Si sigues así, te dejaré probar con el Aston Martin —dice y sonrío apenas, sin humor.

—Quisiera probar con un cohete que me lleve a Marte, por estúpida —murmuro y sé que me observa, pero no dice nada.

Aprendo a ir marcha atrás y a estacionar. Mi estado me ayuda a plantarme con seguridad en lo que hago y a no dudar. Todo lo que debería haber hecho anoche al recibir la tan esperada —e inesperada— declaración de Barry Brown. Pero no, no lo hice. Y me cago en todo lo que se menea.

James me guía con profesionalidad, aunque es evidente que mi energía es densa, ni yo me soporto. Y cuando regresamos al garaje y me bajo del coche, sintiendo que mi ánimo no ha mejorado mucho, me hace un gesto.

—Ven —ordena tomando por el camino que rodea la carpa. Oigo a Alex del otro lado de la lona blanca dando órdenes y pienso que hasta ella ha sido capaz de aplacar sus demonios luego de dormir. Yo no he hecho más que alimentarlos.

El sueño - Barry Brown 1 (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora