25. Why don't you do right

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My life a wreck you're making
You know I'm yours for just the taking
I'd gladly surrender myself to you body and soul

Amy Irving


La mano de Barry es un puto desastre y, a pesar de que pongo toda la voluntad del mundo para no desmayarme, cuando limpio el corte y comienza a sangrar de nuevo, queda claro que no vamos a poder curarla con alcohol, algodón y tiritas.

—Tenemos que ir al hospital.

—No —responde sin siquiera pensarlo y lo miro con la boca abierta.

—¿Cómo que no? Así te vas a desangrar.

—No me voy a desangrar, Natalie. Y no voy a ir a ningún hospital. Lo último que necesito ahora es otra portada de revista de mierda.

—Pero...

—Que no, joder —me corta y puedo ver en su expresión cómo lucha consigo mismo para no rugir furioso. La noción de que la portada de revista de mierda ha sido por mi culpa me pega de lleno en la mente y activa el desasosiego que a duras penas logro reprimir. No estoy acostumbrada a lidiar con el Barry que insulta, al menos no con el enojado—. No tengas miedo, estaré bien —intenta una sonrisa al ver mi gesto herido y me da un beso en la frente.

Vale. No está enojado conmigo, pero las pago yo de todas formas porque se va a desangrar delante de mí por ser un cabeza dura y no querer ir a que le miren la mano. Alzo un poco la gasa que oprimo contra el corte abierto y al verlo siento que se me va la sangre del rostro. Seguramente junto con la que sigue manando a chorro.

—No cierra —digo con las cuerdas vocales rígidas.

—Va a cerrar —responde retirando la mano y, mientras oprime la gasa contra el corte, se aleja de mí para caminar hacia la puerta del baño—. Llamaré a Meg.

Si estaba a punto de desmayarme por ver el corte, ahora estoy a punto de morirme por escuchar ese nombre. Trago fuerte y tengo que cerrar los ojos un momento para acomodar la idea en mi cabeza. Lo único que me falta a mí, ahora, es tener que verla de nuevo.

Abro el grifo y me lavo las manos. ¿Cómo es posible que en tan solo veinticuatro horas haya pasado de estar gozando sobre este mármol a estar limpiando la sangre del hombre de mis sueños que se va a hablar con la discordia personificada de su amiga?

«Es su amiga, ya te dijo que no pasa nada con ella, créele», me recuerda mi lado sensato. «Pero no bajes la guardia», pincha mi lado instintivo.

—Cielo, voy a necesitar que me ayudes, por favor —pide él desde la habitación y me tengo que dar patadas en el trasero para obligarme a moverme y ayudarlo. Me siento tan fuera de lugar, mareada y enojada que no puedo ya ni mirarlo. Mucho menos hablarle. Cojo el iPhone que me señala y miro la pantalla—. Once setenta y dos —dice, y entiendo que acababa de darme el código para desbloquear su teléfono. Ostras.

Lo ingreso, y cuando la pantalla se abre, me indica cómo ir a contactos y buscar a Megan. Bueno, al menos no la tiene con algún sobrenombre meloso, pienso con amargura por estar colaborando para hacerlos hablar. Marco para llamar y acerco el móvil al oído de Barry, que se oprime la venda sobre la mano y se está poniendo demasiado pálido muy pronto. Se apoya en el cabezal, cierra los ojos y respira hondo.

—¿Estás bien? —murmuro, asustada. Lo único que me falta, ¡que se desmaye, lívido como está, joder!

Barry asiente y cuando Megan contesta le pide que traiga hilo y aguja, que se ha cortado la mano. Pienso que la que se va a desmayar, ahora sí, soy yo. Pero Barry me entretiene ahí, medio muerta, pidiéndome que marque a James, a quien le pide que esté en la casa, lo más pronto posible, con alguien que arregle la vidriera trasera.

El sueño - Barry Brown 1 (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora