12. Your song

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And you can tell everybody this is your song
It may be quite simple but now that it's done
I hope you don't mind
I hope you don't mind
That I put down in words
How wonderful life is while you're in the world

Elton John


Al fin estamos yendo al estudio para empezar a hacer pruebas y grabar algunas cosas y hoy me siento de un ánimo radiante. La conversación con Carla me ayudó muchísimo a ordenar mis ideas, aceptar mis verdaderos sentimientos y ver la manera de ser de Barry Brown con ojos más amables. No entiendo nada de astrología, pero no es muy difícil entender lo que es un plutoniano prendido fuego, por lo que antes de dormirme he decidido aceptar todas sus sombras, aunque jamás haya pensado en ellas y me haya enfocado solo en las luces.

—Decime qué músico es un agua de estanque cristalina —dijo Carla anoche y cuando abrí la boca para contestar, alzó el índice—: músico famoso y multimillonario, no un hippie plácido del Conservatorio.

Entre las dos no pudimos encontrar a ninguno que no tuviera algún tipo de conflicto con su ego o con el mundo, ni vivos ni muertos, hombres o mujeres, y el ejercicio me dio bastante perspectiva. No sé quién es Barry Brown (aunque lo conozca desde casi siempre y lo ame desde entonces), no sé cómo se maneja por la vida (aunque es evidente que va a por lo que quiere y lo consigue), no sé qué siente, cómo piensa, qué cosas le duelen o le dan felicidad (aunque sí sé que huele como los dioses y sabe a Dios y besa como uno, cosa que a mí sí que me da felicidad).

Sé muy poco de Barry Brown, y la idea de conocerlo, pero conocerlo de verdad, como me lo ha propuesto, me llena de entusiasmo, me enciende la adrenalina y la curiosidad. Y aunque mi amiga se burle, mi corazoncito de fan sueña con ver que Barry Brown es capaz de ser romántico más allá de toda esa euforia sexi que lo envuelve cuando me envuelve a mí. Vamos, que es el rey de la música romántica y yo me enamoré de eso. Pero ahora que al parecer hay una explicación astrológica a todo su fuego, su franqueza y su dirección implacable, quiero creer que todo estará bien.

«Sí, todo estará bien», me repito con una sonrisa mientras miro el paisaje por la ventanilla del coche. Alice nos lo alquiló ayer a pedido de Barry. «Como si creyera que vamos a cancelar la cita por no tener coche», pensé en ese momento, pero ahora entiendo que llegar al estudio de Barry no es tan fácil como llegar a la oficina: queda en el quinto pino, un poco más allá, en una zona residencial y campestre que me hace sonreír porque parece una postal de la campiña inglesa. Y ahí estoy yo: a punto de ingresar al santuario, el oasis y estudio de Barry Brown. Increíble.

Comienzo a hiperventilar cuando se abre un inmenso portal y Frank maneja por un kilómetro de camino de grava bordeado por dos tupidas hileras de árboles. Sorteando una curva, desembocamos en un claro de gravilla en el que hay una fuente ante una mansión revestida en piedra que más que mansión parece un pequeño palacio y yo miro a Carla con el corazón acelerado. ¿Estamos en la casa de Barry Brown o estoy soñando?

Ni bien lo pienso, él mismo abre la puerta y baja la escalinata para recibirnos, despeinado, sin afeitar, en pantalones de chándal, zapatillas y chaqueta deportiva. Joder. Es el hijo de Apolo recién llegado del gimnasio del Monte Olimpo.

Cuando abro mi portezuela, Barry me tiende su mano para ayudarme a bajar y la acepto sabiendo que, a pesar de su gesto caballeroso de Príncipe Azul, me irradiará esa energía frenética, escorpiana o ariana o sagitariana de siempre. Y así es. Me estremezco como si me hubiera dado electricidad y noto que él sonríe sobre mi mejilla al darme un beso.

—Buen día, Natalie.

—Buen día, Barry —devuelvo de buen humor y le doy un rápido pero estrecho abrazo que le hace arquear la ceja y mirarme, sorprendido pero encantado.

El sueño - Barry Brown 1 (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora