6. If I let you go

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But if I let you go, I will never know
What my life would be holding you close to me
Will I ever see you smiling back at me?
How will I know if I let you go?
Westlife


Me despierto a las ocho y media de la mañana con un dolor de cabeza y de alma total. Frank ya no está y no logro volver a dormirme. Chequeo el teléfono; no hay noticias suyas ni de Carla. No hay absolutamente nada y yo estoy perdida y confusa. «Llámame mañana y ven conmigo», resuena en mi cabeza la voz sensual de Barry Brown. «Llámame mañana y ven conmigo». Tengo la sensación de que hasta se ha metido en mis sueños y me lo ha repetido mil veces desde allí.

Ya no estoy tan segura de no querer llamarlo. Quiero verlo. Y no con la ilusión de que pase algo, no. Odio sentirme una niña ilusa y estúpida que espera cosas de un tipo como si se tratara de Papá Noel. Pero quiero verlo fuera del contexto noche, de la fiesta, la música alta y la gente involucrada. Quiero verlo estando más centrada y menos atropellada por la vida. Quiero verlo antes de que se vaya del país. Necesito verlo.

Me gustaría pensar que no es un mujeriego sin escrúpulos y que ha sido honesto su ofrecimiento para producirme el disco. «Llámame mañana y ven conmigo», repite su voz haciendo que el corazón se me vuelva a acelerar. Pero ir con él a dónde, a qué, si se descargó con la del vestido rojo diez minutos después de comerme la boca como si fuera el Príncipe Charming y meterme mano como un demonio. Y eso me duele más de lo que quiero aceptar. Quizás él está acostumbrado a cenarse dos mujeres por día. Yo no. Aunque, técnicamente, lo hice anoche y así quedé: con un cacao mental que no puedo ni siquiera vaguear de domingo en la cama.

Decido desayunar y luego llamar a Carla. Sí, haré eso. Carla sabrá qué hacer. «Llámame mañana y ven conmigo». Doy vueltas por el apartamento como una loca cuando se me cruza por la cabeza que quizás, si no lo llamo antes, Barry organizará un viaje no sé, a navegar por la costa, y se irá a pasar el día. Con la del vestido rojo. Sin señal. Sin móvil siquiera. Joder, tengo que llamarlo de inmediato y anticiparme a cualquier plan que tenga en mente.

«¡No! ¡No, Natalie Andrews!» me grito en voz alta y entro en la cocina. Entonces veo la nota pegada en la cafetera.

Somos amigos. Y no quiero que pierdas tu oportunidad.
Arregla todo para ir a grabar el disco. Y si Carla acepta ir, cuentas con La Little Band.
Frank

El corazón me duele al estrujarse. Entonces sí que perdí a Frank para siempre. Al menos al Frank amante, porque me está dejando ir con otro. Con EL otro. Trato de ordenar mi cabeza pero no puedo. Tengo que hablar ya con Carla, contarle todo y que me ayude a decidir qué hacer. Pero la llamada entra directo al contestador y cuelgo, frustrada. Un segundo después, el móvil comienza a sonar en mi mano y me arranca una exclamación de sorpresa.

Es papá, invitándome a desayunar, y acepto sin dudarlo. Salir me va a distraer, me dará tiempo para pensar qué hacer, y no tendré que vivir este momento yo sola, así que me visto y a las nueve y media estoy desayunando con él en la confitería. A las nueve y treinta y dos minutos, llega el mensaje, en inglés y con el número de Shannon. «Buen día, ven a almorzar conmigo y hablemos. B.».

No puedo evitar mirarlo con espanto y negar con la cabeza. ¡Aún no he decidido qué debo hacer! El teléfono suena en mi mano otra vez con una dirección y un «Ven a las 13». ¿Qué se cree, dando órdenes? Y cuando lo tiro dentro del bolso sin contestar, la expresión de papá se convierte en un enorme signo de pregunta.

—¿En qué andas? —quiere saber y observa mi cabeza.

Debo de parecer una lunática, con los rulos alborotados por haberme dormido con el pelo mojado, y haciéndole gestos al teléfono. Me peino un poco y trato de respirar de nuevo.

—Era Barry Brown —digo, y el cuchillo de untar que usa papá queda a medio camino de la tostada.

—¿Perdón?

—Barry. Barry Brown.

Él deja tostada y cuchillo sobre el plato y me mira con las cejas de corona.

—¿Qué me he perdido?

Trato de hilar un relato coherente de la situación, aunque es de lo más raro estar hablando con mi padre de Barry Brown, y no puedo verbalizar que nos hemos besado. Pero sí puedo ponerlo al tanto de la verdadera y ya insostenible situación con Frank y repetir, tratando de convencerme yo misma, lo último que Barry me dijo. Obvio que no le digo cómo lo ha dicho. De pensarlo nomás se me aflojan las piernas.

—¿Que vayas con él? ¿A dónde? ¿A Londres?

—Me dijo que quiere producirme el disco, así que sí... Es una locura.

—¿Y ahora qué dice?

—Que almorcemos para hablar.

Papá me dedica una sonrisa enorme y une las manos en una especie de aplauso victorioso. Medido y británico, por supuesto.

—Bien, bien. Ya era hora.

—¿De qué?

—De que vuelvas a casa.

Pestañeo cayendo en la cuenta por primera vez, con todas las letras pronunciadas por mi padre, de que ya no tengo excusas: es hora de volver a casa. Y cuando voy a reír, me gana un desconsuelo arrollador y me largo a llorar sin previo aviso.

—Calma. Nat, hija. Shhh...

—No, no, no sé.

—¿Qué es lo que no sabes?

—No sé. No sé si debo ir o no. ¡No sé qué quiere de mí!

—Natalie, escucha. No llores y mírame.

—Qué.

—Llegó el momento. Te vienes conmigo o con él o como quieras hacerlo. Pero es ahora y sabes que es así. Grabes o no grabes un disco con Barry Brown.

—Pero...

—¿Pero qué? ¿No es lo que querías, volver a Londres? Buscamos el vuelo y ya está.

—Sí. Pero me lo dices así y me da... no sé... No puedo pensar. Necesito pensar.

—Claro que sí. Pero tranquila. No entres en pánico que no sé qué hacer contigo cuando entras en pánico —pide papá ofreciéndome una servilleta y me seco la cara y limpio los mocos. Me da un poco de pena arrastrarlo a una situación inesperada e incómoda en público, pero bueno, mamá me enseñó a llorar cuando lo necesito y no cuando nadie me ve. En eso sí que salí a ella—. Contéstale.

—¿Eh?

—Que le contestes el mensaje y vayas a almorzar.

—No. No. No puedo.

—¿Por qué no?

—No quiero estar a solas con él. No, no. No así como estoy.

—Perfecto. Dile a Carla que vaya contigo. Si quiere grabar un disco, ella es parte de la banda. Si no quiere grabar un disco, ¿quién se piensa que es?, ponlo en su lugar...

«Es el puto nieto de Zeus y yo lo amo desde los nueve años por tu culpa», pienso y trato de sonreír. Un poco.

El sueño - Barry Brown 1 (Borrador)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora