Prólogo

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"LA VIDA DUELE MUCHO...
MÁS QUE LA MUERTE, Y CUANDO LA MUERTE LLEGA EL DOLOR TERMINA"

<<FRASE Otaku>>

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El débil latino de mi corazón retumbando en mis tímpanos me tiene sorda, adormecida, anestesiada. Deseo abrir los ojos y terminar este calvario de dolor; mis huesos duelen, como si se estuvieran pulverizando, las cuerdas vocales no me funcionan, también tengo sed, como si hubieran pasado siglos desde que bebí agua.

Por más que intento liberarme de estas cadenas invisibles que me atan a esta desesperación es envanuho, mi lucha interna es insufrible y eterna. No hay pelea más injusta que la que uno tiene con uno mismo, porque por más que quiera abrir los ojos salir de esta oscuridad, simplemente, mi cuerpo no responde ¿Como lucho contra eso? Estoy débil, no tengo ser adivina para saberlo, tengo presente lo que me sucedió, el porque de mi estado adormecido; jamás debí pelearme con mi padre ahora no sé si pueda volver a verlo para pedirle perdón, tampoco debí salir tan furiosa de casa mientras le reclamaba su ausencia desde años y años de mi vida, tampoco debí ir a ese club de mala muerte y mucho menos debí irme sola en la madrugada por un carretera sola y oscura porque no encontré taxis. Fui una idiota. Lo sé. Mi último recuerdo es aquel hombre de capucha con ojos negros y topaboca negro. El escozor de ojos al presentir las lagrimas, el miedo apoderándose de mí mientras la sangre fluía de la herida manchando mi manos y abdomen.

Tal vez esto es lo mejor, quizás hasta le hice un favor si mundo al terminar así. No tengo otra respuesta. Todo pasa por una razón ¿No?

Frunzo el ceño cuando un luz me cega los ojos y tengo que cerrar los por un minuto hasta que me adapto y puedo abrirlos sin problemas; veo mi alrededor con curiosidad. No tengo idea que sucede pero puedo oír y ver perfectamente como un grupo de enfermeras habla y va de un lado a otro siguiendo las instrucciones de un doctor que estaba concentrado en su tarea de salvar a quien sea que está en esa cama.

–– ¡¡Doctor, se nos va!! – grita una mujer angustiada.

Al escuchar esa corta frase mi corazón sufre de un pequeño ataque de ansiedad, o eso es lo que creo que siento, cuando un escalofrío espantoso me recorre entera, mandando a mi sistema un mal presentimiento.

–– Rápido, aumenten la potencia – un señor con canas grita a los demás con urgencia –  uno, dos, tres, ¡ahora!

Un reanimador, con muchos voltios de energía, choca brutalmente contra el pecho del cuerpo que yace en la cama. Pero aun no puedo ver la cara de esa persona.

Todavía no comprendo que sucede y la angustia en mi pecho se vuelve más abrumadora con cada segundo que pasa.

 –– ¡Es inútil! –—grita el doctor perdiendo los estribos–— no, no, no. Vuelve por favor, vuelve –—el doctor continua utilizando la máquina reaninadora sobre el pecho de la persona hasta hacer su cuerpo saltar. Sin rendirse continua–— joder, no te mueras niña.

–—Doctor detengase por favor, está muerta –—le dice una de las enfermeras de la habitación, sus ojos llenos de lástima.

Pero el doctor se niega a dejarla morir, es tan persistente que un sentimiento de curiosidad y admiración me llena el corazón. ¿Que tan especial debe ser una persona para aferrarse a su vida de esa manera? Es lindo, me gustaría conocer alguien que sintiera ese efecto por mí. Llena de curiosidad decido avanzar hasta la cama para ver el rostro de la persona afortunada por tener una persona incapaz de dejarla morir.

Corazón De FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora