CAP 8 Amargura

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"Veo en ti los que Van Gogh veía en las estrellas"

(Eiden)

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Ummmmmm...

Divino, rico, el cielo hecho realidad; así me sentía en ese momento mientras me acurrucaba más entre mis sábanas sin querer levantarme todavía. Pero como el universo me odia y por desgracia nada es para siempre, escuchó con claridad cuando abren la puerta de mi cuarto y entran sin mi permiso.

Adiós, querido sueño.

— ¿No piensas levantarte nunca? - sino es porque la conozco, diría que me está regañando - van a hacer la nueve y tienes cita a las nueve y media...

¿Cómo dormí tanto? Me levanto con todo el pesar y me dirijo al baño en silencio.

Suspiro cansada. Aún tengo sueño. Me estrujo los ojos para despertarme pero no funciona, tendré que tomar medidas extremas. Tengo que bañarme y mojar mi cara para despejar el sueño de mi sistema.

—Te dejé comida en la cocina - la voz de Diana atraviesa la puerta y llega a mi con facilidad.

— Gracias, Diana, eres la mejor.

Después de escuchar como cierra la puerta del cuarto comienzo a desvestirme, para meterme de lleno en la regadera y despertarme de una buena vez.

Ya vestida y maquillada bajo para desayunar antes de ir a que me cambié las vendas de la herida, de camino a la cocina encuentro a la tía leyendo un libro en la sala, le doy los buenos días y le pido la bendición antes de seguir mi camino donde por desgracia me encuentro con gente indeseada que para mí mala suerte tengo que ver mientras desayuno.

¿Que hace él aquí? Peor aún... ¿Por qué Diana está con él?

Desisto del intento de escuchar la conversación la puerta de vidrio que va ha hacia el patio no me lo permite pero no me permito perderme ningún detalle mientras degustó mi comida. La verdad es que no sé cómo no me cayó mal la comida pero cuando terminó de comer ellos también terminan de hablar, entran a la cocina y finjo una sonrisa la cual decae cuando José se va de la casa sin siquiera saludar. Osea ¿Es que en este mundo ya hay modales? ¿Ni siquiera por política? Que desperdicio de generación, no puedo hablar mucho somos de la misma pero yo me entiendo. Cuando Diana regresa a la cocina la estoy esperando de brazos cruzados y una ceja arqueada.

–—¿Qué? –—espeta a la defensiva.

Levanto las manos en señal de paz.

–—Nada, solo que pensé que durarías más para perdonarlo –—admito.

–—No sabes nada, no te metas.

Quiero de ir que esas palabras no me dolieron pero estaría mintiendo. Jamás me había hablado de esa manera, es una sorpresa tan grande que no puedo disimular el disgusto de sus palabras rancias.

–—Ok.

Es mi última respuesta. No sé la merecía pero no quería dejar las cosas que con esa horrible frase como final. Me siento traicionada, y no porque lo este perdonando sino por la manera en que me habló. Solo espero que ese chico valga la pena...

Sin decir una palabra más nos montamos al coche de la tía y arrancamos directo al hospital, espero pacientemente en el camino para llegar y salir de esa tortura de silencio que me está matando. Ambas sabemos que no estuvimos bien, ella más que yo, pero ninguna se atreve a romper el silencio por el bendito orgullo. Llegamos luego de unos veinte eternos minutos donde sentía que me asfixiaba en esas cuatro puertas sin salida, sin escape y con ella a mi lado más silenciosa e incómoda.

Corazón De FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora