42. Ni lejos te olvido

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Sólo quedaban 2 días para que terminara el mes de Agosto

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Sólo quedaban 2 días para que terminara el mes de Agosto. El caluroso y húmedo mes de Agosto. Claudia no creía que pudiera llegar a llover tanto en esta parte del mundo.

Llevaba un mes en Cartagena de Indias, en Colombia. Trabajaba para la fundación Real Madrid ayudando en un proyecto socio-educativo, la creación de una escuela deportiva y educativa en un pequeño barrio a las afueras de la capital. Un barrio de lo más pobre que podía haber en este lugar. Bueno, no era el único.

Aún sonreía cuando recordaba como había llegado hasta allí.

Aunque sus padres al principio se opusieron a su marcha, después entendieron que su hija ya era mayor de edad y podía tomar sus propias decisiones. La despedida en el aeropuerto fue muy emocionante, pero cuando sus hermanos le prometieron que irían a visitarla algunos días, sus padres se quedaron más tranquilos.

Cuando llegó aquí pensó que el mundo se le caía encima, y que todos sus problemas no eran nada con lo que había allí. Niños pequeños que no tenían nada que comer y que se levantaban al amanecer para ayudar a sus padres en el trabajo para después venir con toda la ilusión del mundo a aprender a leer y a escribir, y luego a jugar al fútbol. Madres embarazadas que tenían que dar a luz en la calle, sin ayuda, sin medicinas... Y eso era lo peor. No había muchos hospitales aquí. La gente hacía cola en la Fundación cada día para que dos médicos voluntarios intentaran curarles las graves dolencias que padecían.

No había medicinas, ni comida, ni higiene, casi no había agua... pero el calor, la humanidad y el amor tan grande que encontró en aquella gente hizo que sus ánimos la contagiaran hasta el extremo de darlo todo por hacer que sus vidas fueran lo mejor posible.

Vivían todos juntos en pequeñas barracas individuales en el mismo poblado. Sólo tenía una cama, un pequeño armario de tela, una mesa y un par de sillas. Se lavaba la cara todas las mañanas en una palangana que había puesto encima de la mesa. Para ducharse, iba al barracón comunitario. Comía en el comedor con los demás compañeros dependiendo del turno que tuviera.

No tenía una función fija dentro del grupo. Lo mismo iba a la ciudad a comprar provisiones, acompañaba a los niños a sus casas, ayudaba en el hospital asistiendo a los médicos, se encargaba de distribuir la comida, limpiar las casas, ayudar en la construcción de la escuela, revisar todo el papeleo... en fin, todo lo que la hiciera sentirse útil. Allí, un par de manos era el bien más preciado.

Cuando llegaba la noche, se acostaba exhausta de todo el día. Aquí, tan lejos, intentaba olvidar a Marco. Parecía, sólo parecía, que poco a poco estaba desapareciendo de su corazón. En parte, gracias también a la presencia de Nicolás, uno de los médicos del grupo. Un muchacho alto, muy agraciado, rubio de ojos azules y tremendamente atractivo. Lo recordaba físicamente a Marcos Llorente, por eso enseguida hicieron buenas migas.

Él fue quien la recogió en el aeropuerto y el que se encargó de hacer que su estancia resultara lo más agradable posible durante los primeros días. Siempre que tenía ganas de llorar o de arrojar la toalla allí estaba él para darle ánimo y para ofrecerle un hombro donde apoyarse.

Y De Repente Tú (Cross 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora