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Hora de Nagisa.
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– Te voy a matar, por lo que le has hecho a todos. – aseguró el menor.
– ¡Ese es el espíritu! ¡Ven y mátame, Nagisa-kun! –
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– Nagisa... Está fuera de sí. –
– Sí, a todos nos gustaría matar a ese desgraciado, pero solo Nagisa puede llegar hasta el final. –
– ¡No! ¡Tienen que parar...! –
De repente, Nagisa sintió algo chocar contra su espalda sacándolo de ese estado.
– ¡No te hagas el genial, Nagisa! – exclamó Terasaka, más este no volteó. – ¡Vi la cara de pena que pusiste cuando explotó la cura! ¡Deja de preocuparte por los demás, jodido cobarde! ¡El virus se irá después de una buena noche de sueño! –
– ¡Terasaka...! Tú también... –
– El asesinato es asesinato, aunque sea a una basura cómo ese, ¿Vas a dejarte llevar y tirar la oportunidad de conseguir diez mil millones de yenes por la borda? –
– Terasaka-kun tiene razón, Nagisa-kun, no vale la pena matarlo, dejarte llevar por la rabia solo te hará mal. Además él no sabe nada sobre la cura, le preguntaremos al envenenador de abajo, con noquearlo hay de sobra. – trató de hacerlo entrar en razón Koro-sensei.
– ¡Hey, hey! ¡Dejen de aguarnos la fiesta! ¡Si no viene a por mí con intención de matar, ¿Cuál es la gracia?! ¡Voy a usar su sed de venganza para humillarlo y para enmendar mi propia humillación! – exclamó Takaoka.
– Nagisa-kun, agarra el bastón aturdidor de Terasaka-kun. – ordenó el profesor, pero el mencionado no respondía. – Su vida o la mía. Sus palabras o las de Terasaka-kun. Reflexiona sobre cuáles merecen más la pena. –
– ¡Terasaka! Amigo, tienes demasiada fiebre. – habló Yoshida al ver caer al susodicho.
