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Hora de pandemonio.
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– Es muy peligroso, la facilidad con la que nos amenazó demuestra que es un verdadero profesional. – habló Karasuma-sensei a Koro-sensei.
– Sí. Quizás lo más sensato sea entregarme, ¿Qué opinan?. Está en sus manos. –
– Bueno... Esto es... –
– Muy difícil... –
– Acabarán muertos despeñándose antes de llegar al hotel. – advirtió Irina-sensei.
– Entregar a Koro-sensei no es una opción... ¿Verdad...? – parece que me lo estoy pasando mucho.
– Kayano, Nagisa... Lo siento, pero... –
– Bueno, si lo que les preocupa es lo de escalar, es pan comido. – dijo Isogai.
– No es nada comparado a nuestro entrenamiento habitual. – dije subiendo con facilidad la montaña.
– Es verdad. –
Nuestros profesores parecían sorprendidos por lo que hacíamos con tanta facilidad.
– Pero no hemos practicado para enfrentarnos a un enemigo desconocido en un hotel desconocido, así que, Karasuma-sensei, no será fácil, pero, ¿Puedes liderar la misión? –
– ¡Haremos que ese imbécil pague por meterse con nosotros! – exclamó con obvio enojo Terasaka.
– Como puedes ver, no son estudiantes corrientes. Tienes dieciséis miembros de las fuerzas especiales a tus órdenes. – aclaró Koro-sensei.
– ¿Dieciséis? –
– ¡No sé olviden de mí! – dijo Ritsu.
– Vamos, no tenemos mucho tiempo. – dijo Koro-sensei.
– ¿Qué dice, Karasuma-sensei? – pregunté, y este pareció pensarlo.
– ¡Atención! ¡Nuestro objetivo es el último piso del hotel de la cima! ¡Nuestra misión es infiltrarnos y atacar por sorpresa! ¡Usaremos las mismas señales y comandos que en el entrenamiento! ¡La única diferencia es nuestro objetivo, tienes tres minutos para memorizar el mapa! ¡Comenzaremos a las 9:50! – ordenó nuestro profesor.
– ¡Sí! –
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