Como no tenía nada más importante que hacer, nada que no fuese criticarme o mortificarme a mí misma, me tomé el lujo de explorar y apreciar los detalles de la habitación.Suspiré.
El color beis de las paredes no me ayudaba nada a levantarme el ánimo. Aunque sí debo admitir que el tono blanco de las cortinas me daba un poco de... ¿calma?
El edredón, fundas, almohadas y algunas de las decoraciones tenían tonos azules o verde agua. Me gustó, pese a que me hacia sentirme recelosa... La habitacion me transmitía un curioso sentimiento de confianza y comodidad. Era reconfortante, me invitaba a bajar la guardia.
¿Esta es otra trampa de Julián?
Por lo visto le gustaba poner a prueba mi resolución.
Se equivocaba si creía que yo iba a ceder. Podía ser difícil al principio, pero cuando tomaba una decisión me esforzaba por llevarla hasta el final.
Me golpeé los costados de las piernas con las manos y me di la media vuelta.
Quería desayunar.
Cuando salí de la habitación, miré a la derecha y luego a la izquierda, preguntándome hacia donde dirigirme. Era un pasillo muy largo, por lo menos había dos habitaciones a mi derecha, otras dos a la izquierda y cuatro más frente a mí.
Al final, decidí ir hacia la derecha.
Caminé despacio, casi contando mis pasos para memorizar el camino. No conocía el trayecto porque la primera vez que entré a esa casa estaba dormida, me hicieron estarlo.
La habitación que Julián asignó para mí estaba en el tercer piso. Para encontrar la conocía debía bajar muchas escaleras. Había un elevador, pero no me sentía cómoda usándolo.
El segundo piso parecía mucho más grande que el anterior, quizás porque había menos puertas y más espacios de descanso como salas de descanso y arte.
No me detuve a explorar y seguí caminando. No hizo falta husmear para advertir que la casa era muy vanguardista en ciertos aspectos: puertas automáticas de alta seguridad, programas de última tecnológica en los electrodomésticos y aparatos, temporizadores para los encendidos y apagados de las luces, aromatizantes automáticos, baños inteligentes y todo eso sin que la mansión perdiera ese toque «hogareño».
Había visitado casas de personas adineradas antes, como la de Pamela. Su padre era un hombre muy importante hombre en el mundo legal que se abría paso en la asamblea nacional, pero sus lujos no se comparaban para nada a los de esa mansión.
Una voz masculina me dio el saludo de buenos mientras avanzaba por un pasillo flotante con barandales de cristal. Pegué un brinco y miré de un lado al otro pero no había nadie. No fue hasta que volvió a decir algo lindo sobre mi cabello que me di cuenta de que era la voz de una IA.
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La flor que huía de la lluvia©
Teen FictionLisseth sabe que las emociones son complicadas y las suyas no son la excepción. Pero jamás imaginó que acabaría en el consultorio de un neuropsiquiatra o, peor aún, atrapada en la mansión de Julián Abeln ni que ahí dentro conocería a esa persona... ...