Aquella gota solitaria no tardó en tener compañía. Tenía el rostro empapado de lágrimas silenciosas.Nunca antes había pensado en una respuesta para esa pregunta. Siempre fue una duda y nada más. Fue eso lo que me empujó hasta allí, quería conocer la respuesta a esa pregunta:
«¿Cambiaría algo con mi muerte?».
Me di cuenta de que el chico seguía viéndome, pero algo había cambiado en su mirada, era como si la pregunta le afectara a él mismo.
Me sequé las lágrimas del rostro con la mano y logré esbozar una sonrisa. Luego suspiré.
—¿Así se sintió él? —preguntó el chico, con la mirada perdida en algún lugar de la pared.
—¿Quién? —tuve que hacer esa boba pregunta porque de verdad no entendía a qué se refería.
—¿Se sentía tan mal como para quitarse la vida y dejarme solo? —Levantó la vista al techo, tratando de esconder sus ojos llorosos.
Tragué saliva. No sabía que contestar.
—¿Tú te sientes así? —inquirió y sus ojos se encontraron con los míos.
Le esquivé la mirada.
—No —mentí—. Solo es ficción. La verdad no sé que pueda empujar a alguien a hacer tal cosa.
No podía contarle la verdad, no debía hacerlo.
—Y-yo tampoco sé lo que se sienta estar en el lugar del que lo hace, pero sé lo que se siente estar en el lugar del que se queda: duele. De ambas maneras duele. —Había mucha seriedad en su voz—. Si alguien que amas muere accidentalmente o ya no había solución, sí, el alma se te desgarra, no hay palabras para explicar lo que se siente. Pero si ese alguien decide morir voluntariamente, suicidándose, te sientes traicionado, abandonado.Bajé al mirada.
—«¿Qué pude haber hecho para que prefiriera morir antes que estar a mi lado?» —prosiguió— «¿Nunca le importe?» «¿Fueron todas mentiras?» Esas son preguntas que atormentan al que se queda. Creeme, lo único que cambia es la intensidad del dolor en las personas que ellos dejan atrás. —Le rodaron dos lágrimas por las mejillas—. ¿Qué me pasa? —Se limpió el agua de la cara de inmediato—. La verdad no sé por que te dije eso. —Sonrió, apenado.
Tuve que conformarme con creer que hablaba de su padre, no se me ocurría nada más acorde al tema. Rose dijo que había cometido suicidio.
—Está bien —alcancé a murmurar.
Estaba sin palabras. Nunca antes había pensado las cosas de la forma en la que él las planteaba. No era posible que lo dijera para corregir mi punto de vista, pero aun así me sentía como cuando tus padres te dicen: «No estoy enojado, estoy decepcionado». Peor aún, me sentía como un gato en una ratonera. ¿Cómo podía meterse el gato allí, acabar siendo presa de sus víctimas?
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La flor que huía de la lluvia©
Fiksi RemajaLisseth sabe que las emociones son complicadas y las suyas no son la excepción. Pero jamás imaginó que acabaría en el consultorio de un neuropsiquiatra o, peor aún, atrapada en la mansión de Julián Abeln ni que ahí dentro conocería a esa persona... ...