Capítulo 27

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Hale me rodeó con sus brazos

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Hale me rodeó con sus brazos. Ese contacto debería de haber mitigado el frío que sentía, pero no lo hizo.

—Estuviste viva todo este tiempo. Tú fuiste la razón de mi amnesia selectiva y resulta que siempre estuviste conmigo —dijo con voz agitada. Me apretujó con un poco más de fuerza. Rebulló su rostro sobre mi cabeza; una de sus mejillas estaba pegada a mi cabello.

—Hale... yo —musité.

No entendí a lo que se refería con «Tú fuiste la razón», pero él estaba en mayor desventaja. No había nada que pudiera decirle.

—¿Por qué que todos creen que estás muerta y no lo estás? —murmuró Hale. Su aliento fue tibio cuando lo sentí contra mi oreja.

Yo no había correspondido el abrazo pero lo que él dijo me instó a alzar las manos para apeñuzcarme a las mangas de su abrigo.

—Hale... —Tragué saliva. Las manos me temblaban—. ¿Qué fue lo que...

—Lo recordé todo —admitió, separándose unos centímetros más de mí para verme a los ojos. Sus brazos seguían rodeandome el cuello. 

—¿Todo? —Me puse tan ansiosa que casi pude haber pasado de solo sujetar la tela de su abrigo a pellizcarle los brazos.

—Sí, todo. —Su expresión se volvió seria—. Al menos eso creo. Parece que hay muchas otras cosas de las que me perdí sin haberlo hecho. ¡¿Crees qué eso tiene algún sentido?! ¡¿Soy yo el que estoy enloqueciendo?! ¡¿Estoy loco?! ¡¿Alucino?! —inquirió con desesperación.

—Es complicado —me limité a decir y lo solté. Mis brazos estuvieron a mis costados una vez más.

  ¿Qué más podía decir? De alguna manera Hale me había atrapado.

—¿Complicado? —Él también bajó los brazos—. La ciencia es complicada. «Complicado» se queda corto para este asunto. Por fin puedo imaginarme cómo te hiciste esas cicatrices... ¿Qué es lo que estás tramando, Lis? —Suspiró y se pellizcó los labios con los dedos de su mano izquierda—. ¿Cómo es que no me di cuenta antes? Todo estaba claro: conocías mi nombre, te negabas a decirme el tuyo, aun sin recordarte seguía teniendo esa debilidad hacia ti y... tu forma de escribir me resultaba tan familiar.

—¿Forma de escribir? 

—Tú escribiste esas historias que yo tenía en mi móvil, ¿cierto? Yo las estaba leyendo por que eran tuyas —concluyó—. Antes de perder la memoria esa era la única forma que yo tenía para estar cerca de ti, ya que tú no querías saber nada relacionado conmigo.

—¿Por qué querría verte después de que... —La garganta se me hizo nudo.

—Lo sé —Hale exhaló—. Al principio no entendí porque querías evitarme. Ese día, después de que me abandonaste en el café, tuve que irme al aeropuerto sin saber que era lo que había hecho mal. Ni siquiera te había dicho aún lo que iba a decirte... Estaba seguro de que ibas a rechazarme, pero nunca pensé que lo harías incluso antes de... —Sacudió la cabeza—. Todavía así, algo no se sentía bien. Le llamé a Cristian para preguntar por ti, porque tu teléfono estaba apagado. Fue entonces cuando él me dijo lo que ocurrió con Elídan. Me preguntó si era yo el que estaba contigo esa mañana. No dije nada y después me di cuenta de que tú tampoco habías dicho lo que hiciste o con quién estabas esa mañana. Entendí un poco porque me evitabas, pero casi siempre lo hacías así que no podía darme por vencido y quise..

La flor que huía de la lluvia©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora