Capítulo 2

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Iván y James tuvieron que apartar a Lanz y a Carter a jalones de la orilla

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Iván y James tuvieron que apartar a Lanz y a Carter a jalones de la orilla.

—¡No, déjame! —Carter pataleó—. ¡Lisseth!

Cuando Lanz se cansó de pelear contra los brazos de James, cuando el shock pasó a segundo plano, soltó un gritó y se echó a llorar.

Annia cayó de rodillas y Pamela se puso de cuclillas.

—¿C-ómo p-asó esto? —dijo esta última, seguía perpleja pero intentó hablar—. ¿De donde salió eso?¿Por qué de la nada?

Carter siguió braceando, daba pelea. Iván tuvo que arrojarlo a tierra para que se detuviera. Sus gritos lastimeros era demasiado ensordecedores. Fue un alivio que se detuviera, ahora lloraba pero eso quizá era mucho mejor. Iván, que estaba de espalda contra el suelo, también comenzó a llorar y abrazó a Carter por la espada, aunque estoy segura de que este lo hizo más por miedo.

Llanto y más llanto.

Abrazos y más abrazos.

Pamela y Annia no fueron la excepción.

Estaban asustados, conmocionados.

Pamela soltó a mi hermana y se movió de un lado a otro. Se mordió las uñas y deseaba acercarse a la orilla pero siempre que estaba por hacerlo se daba la medida vuelta.

—Tenemos que bajar... rápido ¿Qué hacemos aún aquí? —dijo Iván. Su pecho subía y bajaba con fuerza, igual que el de todos. 

—¡¿Crees qué aún está viva?!...  ¡vez esa altura! es más ni siquiera alcanzo a ver su... su... —los gritos de James rebotaron en el aire.

—¡¿Quién te crees para darlo por sentado?! —rugió Iván y se levantó.

—Tú tampoco hiciste gran cosa... Además, ¿no les advertí que estar aquí era peligro? ¡Es zona de derrumbes! —Sacó el mapa del bolsillo de su chamarra y se lo arrojó en la cara.

Iván titubeó.

Lanz se pasó las manos por el pelo una y otra vez y seguía murmurando cosas hasta que se escuchó un poco de lo que decía.

—Él tiene razón, bajemos. No hay que perder tiempo. Rápido.

Annia asintió. No podía quitarse las manos de la cara, no quería ver nada. James tomó aire y se acercó a ella para ayudarle a levantarse.

Eso no fue lo único que llamó la atención. Cuando Carter recobró algo de movilidad en las piernas, se levantó, caminó hacia Lanz y, sin pronunciar palabra, le propinó un puñetazo en la cara.

Lanz estaba a punto de perder el equilibrio y se encorvó para evitarlo. Su nariz comenzó a sangrar.

—Carter, ¿qué te pasa?—replicó Pamela—. ¿Por qué le peg... 

—¡Te dije que no viniéramos!  —vociferó Carter y volvió a golpearlo. Lanz se pisó una piedra y —. ¡Te dije que algo así podría pasar!

Eso era lo que discutían antes de llegar a mi casa entonces.

La flor que huía de la lluvia©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora