Regresé a mi habitación. No tenía la intención de seguir arriesgándome. Era suficiente drama por una noche. No podía soportar más sorpresas.Me tumbé en la cama. Quería dormir a como diese lugar.
Apreté los ojos.
Me agité de un lado a otro en el colchón, me deshice de la colcha y luego volví a buscarla para arroparme. Levanté los brazos y los dejé caer. Estiré la mano hacía el buró que estaba a un lado de la cama y tomé el control remoto que tenía forma de pentágono.
Precioné un botón al azar y me di cuenta de que la habitación se iluminó un poco.
Miré hacia el techo.
Allí arriba había tres lámpara incrustadas en forma de luna menguante y estaban colocadas de cierta forma que me recordaba a las hondas del wifi, estas irradiaban una luz azul muy tenue. Se veía hermoso, pero yo seguía extrañando los pequeños adornos que tenía en mi antigua habitación, esos que contaba y recontaba cada mañana.
La luz no me ayudaría a dormir.
Resoplé y dejé el control en algún lugar de la cama.
¿A quién quería engañar? Sería imposible seguir el consejo de John: no podría ganarle a mi mente.
¡Me rendía!
Le di rienda suelta a mis pensamientos. Dejé que imágenes me invadieran por completo, esperando que el sueño me venciera en el transcurso.
¿Aquel joven pianista había sido real o solo un producto de mi imaginación?
Meneé la cabeza.
No.
Real o no, no puede ser Hale.
No debía ser él, porque eso significaría que Hale era el sobrino de la persona que me ayudaba a fingir mi muerte.
Qué conexión de mal gusto.
Sonaba raro, pero estaba deseando haber perdido la cordura. Deseaba que la esquizofrenia se sumará a mis problemas mentales. Así tendría una escusa para ver y hablar con un fantasma.
Me incorporé para sentarme.
Estaba dispuesta a armar el rompecabezas, al menos lo intentaría.
Según sabía, Hale, el Hale que yo conocía, estaba en otro país. Yo seguía en la capital, ni siquiera había dejado el estado. Entre otras incoherencias, ese joven pianista estaba en silla de ruedas, no me reconocía y tenía muy mal carácter.
Cuatro puntos en contra.
Me mordí la uña del dedo pulgar derecho.
Sin embargo, había otros detalles que sí encajaban con la descripción del Hale que yo recordaba: sus ojos y su forma de tocar el piano. Además, estaba segura de haberlo escuchado admitir que su nombre era Hale.
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La flor que huía de la lluvia©
Novela JuvenilLisseth sabe que las emociones son complicadas y las suyas no son la excepción. Pero jamás imaginó que acabaría en el consultorio de un neuropsiquiatra o, peor aún, atrapada en la mansión de Julián Abeln ni que ahí dentro conocería a esa persona... ...